Las necesidades físicas de la madre no deben descuidarse en manera alguna. Dos vidas dependen de ella, es preciso que sus deseos sean cariñosamente atendidos, y sus necesidades satisfechas con generosidad. Pero en este período más que nunca debe evitar, en su alimentación y en cualquier otro asunto, todo lo que pudiera menoscabar la fuerza física o intelectual. Por mandato de Dios mismo, la madre está bajo la más solemne obligación de ejercer dominio propio.—El Ministerio de Curación, 289 (1905). 1MCP 143.1