La madre que es una maestra adecuada para sus hijos debe, antes de que nazcan, formar hábitos de abnegación y dominio propio; porque les transmite sus propias cualidades; sus rasgos de carácter fuertes o débiles. El enemigo de las almas entiende estas cosas mejor que muchos de los padres. Él acosará a la madre con sus tentaciones, sabiendo que si ella no lo resiste, él puede, a través de ella, afectar al niño. La única esperanza de la madre está en Dios. Puede acudir a él en busca de gracia y fortaleza. Ella no buscará ayuda en vano. Él le permitirá transmitir a su descendencia cualidades que la ayudarán a obtener éxito en la vida y ganar la vida eterna.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, 257. 1MCP 144.1