Las palabras dirigidas a la esposa de Manoa contienen una verdad que las madres de hoy harán bien en estudiar. Al hablar a esta madre, el Señor habló a todas las madres ansiosas y afligidas de aquel tiempo, y a todas las madres de las generaciones sucesivas. Sí, cada madre puede comprender su deber. Puede saber que el carácter de sus hijos dependerá más de sus hábitos anteriores a su nacimiento y de sus esfuerzos personales después del nacimiento, que de las ventajas o desventajas externas.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, 257 (1902). 1MCP 145.1
Dios tenía asignada una importante obra para el hijo prometido de Manoa, y para asegurarle las cualidades necesarias para realizar esa obra, los hábitos de la madre tanto como del niño tenían que ser cuidadosamente regulados [...]. El niño sería influenciado para bien o para mal por los hábitos de la madre. Ella misma debía gobernarse por principios y practicar la temperancia y la abnegación, si quería procurar el bienestar de su niño.—La Temperancia, 80 (1890). 1MCP 145.2