Ambos padres transmiten a sus hijos sus propias características, mentales y físicas, su temperamento y sus apetitos [...]. Los que beben alcohol y los que usan tabaco pueden transmitir a sus hijos sus deseos insaciables, su sangre inflamada y sus nervios imitables, y se los transmiten en efecto. Los licenciosos legan a menudo sus deseos pecaminosos, y aun enfermedades repugnantes, como herencia a su prole. Como los hijos tienen menos poder que sus padres para resistir la tentación, hay en cada generación tendencia a rebajarse más y más.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 604 (1890). 1MCP 144.4
Como regla, cada hombre intemperante que cría hijos transmite sus inclinaciones y tendencias malas a su descendencia.—The Review and Herald, 21 de noviembre de 1882; La Temperancia, 151. 1MCP 144.5