Nadie puede reducir tanto nuestra influencia como nosotros mismos cuando cedemos ante nuestro mal humor. El que es malhumorado por naturaleza, no sabe lo que es la verdadera felicidad, y rara vez está contento. Siempre espera llegar a una situación más favorable o cambiar su entorno para tener paz y reposo mental. Parece que su vida estuviera bajo el peso de cruces gravosas y muchas dificultades; en cambio, si hubiera dominado su mal humor y le hubiese puesto freno a su lengua, se podría haber evitado muchas incomodidades. Es la “blanda respuesta” la que “quita la ira”. Proverbios 15:1. La venganza jamás ha vencido a un enemigo. Un temperamento bien controlado ejerce una buena influencia sobre todo lo que lo rodea; pero “como ciudad destruida y sin murallas es el hombre que no pone freno a su espíritu”. Proverbios 25:28.—Testimonies for the Church 4:367, 368 (1879). 2MCP 165.3