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Modulemos las palabras y digamos cada oración a su tiempo 2MCP 223

En los días de mi juventud acostumbraba hablar en tono demasiado alto. El Señor me mostró que yo no podía realizar una impresión correcta sobre la gente elevando la voz a un tono antinatural. Luego me fue presentado Cristo y su manera de hablar; y en su voz había una dulce melodía. Su voz, expresada con lentitud y calma, llegaba a sus oyentes, y sus palabras penetraban en sus corazones, y ellos eran capaces de aprehender lo que él había dicho antes que pronunciara la frase siguiente. Al parecer algunos piensan que deben correr todo el tiempo, porque si no lo hacen perderán la inspiración y la gente también perderá la inspiración. Si eso es inspiración, que la pierdan, y cuanto antes mejor.—El Evangelismo, 486 (1890). 2MCP 223.2