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Curación de las perturbaciones espirituales 2MCP 396

Este mundo es un vasto hospital, pero Cristo vino para sanar a los enfermos y proclamar liberación a los cautivos de Satanás. Él era en sí mismo la salud y la fuerza. Impartía vida a los enfermos, a los afligidos, a los poseídos de los demonios. No rechazaba a nadie que viniera para recibir su poder sanador. Sabía que aquellos que le pedían ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí mismos: sin embargo no se negaba a sanarlos. Y cuando el poder de Cristo penetraba en estas pobres almas, quedaban convencidas de pecado, y muchos eran sanados de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias físicas. El evangelio posee todavía el mismo poder. ¿Por qué no habríamos de presenciar hoy los mismos resultados?—El Deseado de Todas las Gentes, 763 (1898). 2MCP 396.3