Recuerden que la tentación no es pecado. No importa cuán angustiosa sea la circunstancia en la cual esté colocado, nada puede realmente debilitar su alma mientras no ceda a la tentación y mantenga su propia integridad. Los intereses más vitales para usted individualmente, están bajo su propio cuidado. Nadie puede dañarlo sin su consentimiento. Todas las legiones satánicas no pueden hacerle daño, a menos que abra su alma a las artes y dardos de Satanás. Su ruina nunca puede ocurrir a menos que usted lo consienta. Si no hay contaminación de su mente, toda la contaminación que lo rodea no puede mancharlo.—Nuestra Elavada Vocacion, 96 (1885). 2MCP 443.1