Si educamos nuestras almas para que tengan más fe, más amor, mayor paciencia, una confianza más perfecta en nuestro Padre celestial, tendremos más paz y felicidad a medida que enfrentemos los conflictos de esta vida. El Señor no se agrada de que nos irritemos y preocupemos, lejos de los brazos de Jesús. Él es la única fuente de toda gracia, el cumplimiento de cada promesa, la realización de toda bendición [...]. Si no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje realmente sería solitario. Él nos dice: “No os dejaré huérfanos”. Juan 14:18. Apreciemos estas palabras, crearnos en sus promesas, repitámoslas cada día, meditemos en ellas durante la noche y seamos felices.—Nuestra Elavada Vocacion, 122 (1893). 2MCP 115.1