Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. Hechos 6:8. RP 278.1
Esteban era muy activo en la causa de Dios, y confesaba valientemente su fe. “Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba”. Hechos 6:9, 10. Estos alumnos de los grandes rabinos estaban seguros de que en una discusión pública podrían obtener una victoria completa sobre Esteban, por causa de su supuesta ignorancia. Pero no sólo habló con el poder del Espíritu Santo, sino que al vasto auditorio le quedó claro que también era un estudioso de las profecías y sabio en todos los asuntos de la ley. Defendió hábilmente las verdades por las que abogaba, y derrotó completamente a sus oponentes. RP 278.2
Los sacerdotes y los gobernantes, quienes fueron testigos de la maravillosa manifestación del poder que acompañaba el ministerio de Esteban, se llenaron de odio. En lugar de ceder ante el peso de la evidencia que él presentaba, resolvieron silenciar su voz haciéndolo morir. En varias ocasiones habían sobornado a las autoridades romanas, para que sin comentarios pasaran por alto situaciones en las que los judíos habían tomado la ley en sus propias manos para juzgar, condenar y ejecutar a prisioneros de acuerdo con sus costumbres nacionales. Los enemigos de Esteban no dudaban que podrían seguir ese curso de acción sin peligro para ellos. Decidieron arriesgarse a las consecuencias posibles, y por ello tomaron a Esteban y lo trajeron delante del concilio del Sanedrín para ser juzgado... RP 278.3
Mientras Esteban estaba frente a frente con sus jueces, para responder por el crimen de blasfemia, un resplandor santo iluminó su rostro. “Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel”. Aquellos que exaltaban a Moisés podían haber visto en el prisionero la misma luz santa que iluminó al profeta de la antigüedad. La shekina era un espectáculo que nunca más contemplarían en el templo, cuya gloria se había ido para siempre. Muchos que contemplaron el rostro iluminado de Esteban temblaron y ocultaron sus rostros; pero en ningún momento vaciló la terca incredulidad y el prejuicio.—The Spirit of Prophecy 3:294-296. RP 278.4