Era un fiel y ferviente obrero—Después de la ascensión de Cristo, Juan se destacaba como fiel y ardoroso obrero del Maestro. Juntamente con los otros discípulos disfrutó del derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y con renovado celo y poder continuó hablando a la gente las palabras de vida, procurando llevar sus pensamientos hacia el Invisible. Era un predicador poderoso, ferviente y profundamente solícito. Con hermoso lenguaje y una voz musical, relataba las palabras y las obras de Cristo; hablaba en una forma que impresionaba los corazones de aquellos que le escuchaban. La sencillez de sus palabras, el poder sublime de la verdad que enunciaba, y el fervor que caracterizaba su enseñanza, le daba acceso a todas las clases sociales.—Los Hechos de los Apóstoles, 436 (PP), 451 (ACES). VEUC 403.1
No entró en controversia—Como testigo de Cristo, Juan no entró en controversias, ni en fastidiosas disputas. Declaró lo que sabía, lo que había visto, y oído.—Los Hechos de los Apóstoles, 443 (PP), 458 (ACES). VEUC 403.2
Se concentraba en la historia del evangelio—Cuando la fe de los cristianos parecía vacilar ante la terrible oposición que debían soportar, el anciano y probado siervo de Jesús les repetía con poder y elocuencia, la historia del Salvador crucificado y resucitado.—Los Hechos de los Apóstoles, 454 (PP), 469 (ACES). VEUC 403.3
La sencillez de su lenguaje—Cuando él testificaba de la gracia del Salvador, la sencillez de su lenguaje era elocuente con un amor que saturaba todo su ser. El no tenía una sola duda, ni sospecha. No participaba en controversias, ni en contiendas fastidiosas.—Manuscrito 8a, 1888. VEUC 404.1
Era un poderoso predicador—La vida del apóstol estaba en armonía con sus enseñanzas. El amor que brillaba en su corazón para con Cristo, lo condujo a realizar la labor más ferviente e incansable en favor de sus semejantes, especialmente por sus hermanos en la iglesia cristiana. Era un poderoso predicador, ferviente, y profundamente celoso, y sus palabras llevaban en ellas el peso de su convicción.—The Review and Herald, 15 de febrero de 1881. VEUC 404.2
Su candor en la corte del emperador—Con este fin, Juan fue llamado a Roma para ser juzgado por su fe. Allí, delante de las autoridades, las doctrinas del apóstol fueron expuestas erróneamente. Testigos falsos le acusaron de enseñar herejías sediciosas, con la esperanza de conseguir la muerte del discípulo. VEUC 404.3
Juan se defendió de una manera clara y convincente, y con tal sencillez y candor que sus palabras tuvieron un efecto poderoso. Sus oyentes quedaron atónitos ante su sabiduría y elocuencia. Pero cuanto más convincente era su testimonio, tanto mayor era el odio de sus opositores. El emperador Domiciano estaba lleno de ira. No podía refutar los razonamientos del fiel abogado de Cristo, ni competir con el poder que acompañaba su exposición de la verdad; pero se propuso hacer callar su voz.—Los Hechos de los Apóstoles, 455 (PP), 470 (ACES). VEUC 404.4
La influencia del Espíritu Santo—La sencillez de sus palabras, el poder sublime de las verdades que pronunciaba, y el fervor espiritual que caracterizaba sus enseñanzas, le daban acceso a todas las clases. No obstante, hasta los creyentes eran incapaces de comprender completamente los misterios sagrados de la verdad divina, que se desplegaban en sus discursos. Parecía estar constantemente imbuido del Espíritu Santo. El trataba de elevar los pensamientos de la gente para que captaran lo invisible. La sabiduría que él exponía, hacía que sus palabras cayeran como gotas de rocío, suavizando y subyugando las almas.—The Review and Herald, 15 de febrero de 1881. VEUC 405.1