Enséñame lo que yo no veo; si he hecho iniquidad, no la volveré a hacer. Job 34:32. NEV 39.1
Presentaos delante de vuestro Padre celestial diciendo: “Ilumíname; enséñame lo que es la verdad”. El Señor tendrá en cuenta vuestra oración, y el Espíritu Santo impresionará vuestra alma con la verdad. Cuando escudriñéis las Escrituras, os afirmaréis en la fe. Es de la mayor importancia que continuamente investiguéis sobre las Escrituras, atesorando en la mente la Palabra de Dios, porque podéis ser separados de la compañía de los cristianos, y ser colocados en un lugar donde no tengáis el privilegio de encontraros con los hijos de Dios. Necesitáis los tesoros de la Palabra de Dios ocultos en vuestro corazón, para que cuando os encontréis con la oposición, podáis remitir todas las cosas a las Escrituras. ... NEV 39.2
Estamos viviendo en los últimos días, cuando el error del carácter más engañoso es aceptado y creído, mientras se descarta la verdad. Muchos están derivando hacia las tinieblas de la infidelidad, encontrando errores en la Biblia, aceptando invenciones supersticiosas, teorías no bíblicas, y especulaciones de vana filosofía; pero el deber de todos consiste en procurar un cabal conocimiento de las Escrituras.—The Signs of the Times, 6 de diciembre de 1893. NEV 39.3
La verdad es eficiente únicamente cuando se la práctica en la vida diaria. Si la Palabra de Dios condena algún hábito al cual vosotros os habéis entregado, un sentimiento que habéis acariciado, un espíritu que habéis manifestado, no os alejéis de la Palabra de Dios, mas bien alejaos de vuestra conducta errónea, y dejad que Jesús limpie y santifique vuestro corazón. Confesad vuestras faltas y olvidadlas.—The Signs of the Times, 30 de enero de 1893. NEV 39.4
No os conforméis con asentir a la verdad solamente, dejando de ser hacedores de las palabras de Cristo. La verdad debe aplicarse al yo; debe conducir a los hombres y las mujeres que la reciben, hacia la Roca, para que caigan sobre la Roca y sean quebrantados. Entonces Jesús puede modelar sus caracteres según su propio carácter divino. Si queremos escuchar su voz, deberemos dejar que el silencio reine en el corazón. Las exigencias del yo, sus prentensiones, sus concupiscencias, deben ser rechazadas, y debemos colocarnos la ropa de la humildad y tomar nuestro lugar como humildes alumnos en la escuela de Cristo.—The Review and Herald, 31 de octubre de 1893, pp. 678. NEV 39.5