La Asociación General misma está corrompiéndose con equivocados sentimientos y principios... EUD92 50.2
Los hombres se han aprovechado de los que suponían que estaban bajo su jurisdicción. Estaban decididos a que esas personas se sometieran a sus condiciones; querían gobernar a toda costa... EUD92 50.3
El poder despótico que se ha desarrollado, como si el cargo hubiera convertido a los hombres en dioses, me hace temer, y debe producir temor. Es una maldición dondequiera se lo ejerza y quienquiera lo ponga en práctica.—Testimonios para los Ministros, 359-361 (1895). EUD92 50.4
Hay demasiadas responsabilidades pesadas dadas a unos pocos hombres, y algunos no hacen de Dios su consejero. ¿Qué saben estos hombres de las necesidades de la obra en los países extranjeros? ¿Cómo pueden ellos saber cómo decidir los asuntos que les son sometidos en procura de información? Les requeriría tres meses a los que están en países extranjeros recibir una respuesta a sus preguntas, aun cuando no hubiera demora en la correspondencia.—Testimonios para los Ministros, 321 (1896). EUD92 50.5
Aquellos que viven en países distantes no se atreven a hacer lo que su juicio les dice que es correcto, a menos que primeramente pidan permiso a Battle Creek. Antes de avanzar, esperan el Sí o el No de aquel lugar.—Special Testimonies, Series A 9:32 (1896). EUD92 51.1
No es sabio escoger a un solo hombre como presidente de la Asociación General. La obra de la Asociación General se ha extendido, y algunas cosas se han hecho innecesariamente complicadas. Se ha manifestado una falta de discernimiento. Debe haber una división del campo, o debe idearse algún otro plan para cambiar el actual estado de cosas.5La Iglesia Adventista del Séptimo Día fue organizada en 1863 con 3.500 miembros, media docena de asociaciones locales, unos treinta obreros ministeriales, y un comité de la Asociación General de tres miembros. El presidente de la Asociación General era bien capaz de proveer el liderazgo y el consejo requeridos por una organización tan pequeña. Podía asistir personalmente a cada reunión importante y en adición, dar atención personal a muchos de los asuntos relacionados con la obra de publicaciones. Sin embargo, hacia 1896 la obra de la iglesia se había expandido en los Estados Unidos y también se había extendido a Europa, Australia y Africa. Ya no era posible que un hombre supervisara y dirigiera adecuadamente una obra de tanto alcance. Elena de White instó a que se hiciera una división del campo, de tal manera que los miembros de nuestra iglesia alrededor del mundo no se dirigiesen sólo a un hombre en busca de consejo. Esto se logró creando uniones de asociaciones y divisiones mundiales.—Testimonios para los Ministros, 342 (1896). EUD92 51.2