En el invierno y la primavera yo sufrí mucho de un mal del corazón. Me era difícil respirar mientras estaba acostada, y no podía dormir a menos que estuviera en una posición casi sentada. En el párpado de mi ojo izquierdo tenía una inflamación que parecía ser cáncer. Había estado creciendo constantemente por más de un año, hasta llegar a ser muy dolorosa, y me afectaba la visión. NBEW 165.2
Un célebre médico que daba consejos gratuitos visitó Rochester, y yo decidí pedirle que me examinara el ojo. El pensó que el crecimiento pudiera ser cáncer. Pero al tomarme el pulso dijo: “Usted está muy enferma, y morirá de apoplejía antes que ese crecimiento se abra. Está en una condición peligrosa por su enfermedad del corazón”. Esto no me alarmó porque estaba consciente de que a menos que viniera un alivio rápido estaba destinada a la tumba. Otras dos mujeres que habían venido para recibir consejo padecían de la misma enfermedad. El médico afirmó que yo estaba en una condición más peligrosa que cualquiera de ellas, y que no pasarían más de tres semanas antes que me viera afligida de parálisis. NBEW 165.3
Después de unas tres semanas desfallecí y caí al suelo, y permanecí casi inconsciente durante 36 horas. Se temió que muriera, pero en respuesta a la oración, reviví. Una semana más tarde recibí un shock en mi costado derecho. Tuve una sensación extraña de frialdad e insensibilidad en la cabeza, y fuerte dolor en las sienes. Mi lengua parecía pesada y entumecida; no podía hablar con claridad. Mi brazo izquierdo y mi costado estaban paralizados. NBEW 166.1
Los hermanos y hermanas se reunieron para hacer de mi caso un motivo especial de oración. Recibí la bendición de Dios, y tuve la seguridad de que él me amaba; pero el dolor continuó, y seguí debilitándome hora tras hora. De nuevo los hermanos y hermanas se reunieron para presentar mi caso al Señor. Yo estaba tan débil que no podía orar en voz alta. Mi aspecto parecía debilitar la fe de los que me rodeaban. Entonces las promesas de Dios me fueron presentadas como nunca las había visto hasta entonces. Me parecía que Satanás se estaba esforzando por arrancarme del lado de mi esposo y de mis hijos para enviarme a la tumba, y estas preguntas surgían en mi mente: ¿Puedes tú creer en la directa promesa de Dios? ¿Puedes caminar por fe, cualesquiera sean las apariencias? La fe revivió. Yo le susurré a mi esposo: “Creo que me recuperaré”. El contestó: “Ojalá yo pudiera creerlo”. Me dormí esa noche sin alivio y, sin embargo, descansando con firme confianza en la promesa de Dios. No podía dormir, pero continué mi oración silenciosa. Precisamente antes de que rompiera el alba me quedé dormida. NBEW 166.2
Me desperté a la salida del sol, perfectamente liberada del dolor. ¡Oh, qué cambio! Me parecía que un ángel de Dios me había tocado mientras dormía. La presión que sentía sobre el corazón había desaparecido, y me sentía muy feliz. Estaba llena de gratitud. La alabanza a Dios estaba en mis labios. Desperté a mi esposo y le relaté la obra maravillosa que el Señor había hecho por mí. Al principio él apenas pudo comprenderlo; pero cuando me levanté y me vestí y caminé por la casa, él pudo alabar a Dios conmigo. Mi ojo enfermo dejó de dolerme. En unos pocos días la hinchazón desapareció y mi visión fue totalmente restaurada. La obra fue completa. NBEW 167.1
De nuevo fui a ver al médico, y tan pronto como él me tomó el pulso dijo: “Señora, un cambio completo ha ocurrido en su sistema; pero las dos mujeres que me visitaron para pedir consejo cuando usted estuvo la última vez, ambas han muerto”. Después de salir, el médico le dijo a una de mis amistades: “Su caso es un misterio. No lo entiendo”. NBEW 167.2