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El espíritu exclusivo OE 347

Para Dios no hay castas. El ignora cuanto se asemeje a ello. Todas las almas tienen valor para él. El trabajar por la salvación de las almas es un empleo digno del más alto honor. No importa cuál sea la forma de nuestra labor, ni entre qué clase se verifique, ora sea elevada o humilde. A los ojos de Dios estas distinciones no afectan su verdadero valor. El alma sincera, ferviente y contrita, por ignorante que sea, es preciosa a la vista del Señor. El pone su propia señal sobre los hombres, juzgándolos, no por su jerarquía, ni por su riqueza, ni por su grandeza intelectual, sino por su unidad con Cristo. El ignorante, el paria, el esclavo, si ha aprovechado hasta el máximo grado sus oportunidades y privilegios, si ha apreciado la luz que Dios le dió, ha hecho todo cuanto se pedía de él. El mundo puede llamarlo ignorante, pero Dios lo llama sabio y bueno, y así su nombre queda registrado en los libros del cielo. Dios lo hará idóneo para que le reporte honor, no sólo en el cielo, sino también en la tierra. OE 347.1

La reprensión divina descansa sobre aquel que rechaza la compañía de aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero, simplemente porque no son ricos, sabios ni honrados en este mundo. Cristo, el Señor de gloria, está satisfecho con aquellos que son mansos y humildes de corazón, por humilde que sea su vocación, cualquiera que sea su jerarquía o grado de inteligencia. OE 347.2