De igual importancia que el esfuerzo público es la obra de casa en casa en los hogares de la gente. En las ciudades grandes hay ciertas clases que no pueden ser alcanzadas por las reuniones públicas. Hay que buscarlas como el pastor busca a su oveja perdida. Deben hacerse diligentes esfuerzos personales en favor de ellas. Cuando se descuida la obra personal, se pierden muchas oportunidades preciosas, que, si se aprovechasen, harían progresar decididamente la obra. OE 377.1
Además, como resultado de la presentación de la verdad en grandes congregaciones, se despierta un espíritu de indagación, y es especialmente importante que este interés vaya seguido por la labor personal. Los que desean investigar la verdad necesitan ser enseñados a estudiar diligentemente la Palabra de Dios. Alguno debe ayudarles a edificar sobre un fundamento seguro. En este momento crítico de su experiencia religiosa, ¡cuán importante es que acudan en su auxilio obreros bíblicos sabiamente dirigidos, para abrir a su entendimiento el alfolí de la Palabra de Dios! OE 377.2
Es más fácil llevar a cabo una obra bien equilibrada en las ciudades cuando se da un curso bíblico para preparar obreros mientras se celebran reuniones públicas. Relacionados con este curso, escuela o misión urbana, debe haber obreros de experiencia, de profunda comprensión espiritual, que puedan dar a los obreros bíblicos instrucción diaria, y que puedan también unirse de todo corazón en el esfuerzo público general. A medida que los hombres y mujeres se conviertan a la verdad, los que dirigen la misión deben, con mucha oración, mostrar a estos nuevos conversos cómo experimentar el poder de la verdad en el corazón. Una misión tal, si es dirigida por quienes sepan administrarla sabiamente, será una luz que resplandecerá en lugar oscuro. OE 377.3
Estas misiones son esenciales como fundamento del esfuerzo misionero en nuestras ciudades; pero no se olvide nunca que los que las dirigen deben cuidar cada detalle, a fin de que todo se haga para honra de Dios. En estas misiones, los jóvenes de ambos sexos deben recibir una preparación que los califique para trabajar para el Maestro. Pero si no poseen un carácter sólido y un espíritu de consagración, fracasará todo esfuerzo hecho para darles idoneidad para la obra. Sin un alto sentimiento del decoro, de la seriedad, del carácter sagrado de la verdad y de lo exaltado de la obra, no pueden tener éxito. Lo mismo puede decirse acerca de los obreros mayores. A menos que estén santificados por la verdad, no pueden dar a los que han sido confiados a su cuidado una educación que los eleve, ennoblezca y refine. OE 378.1
Nuestras misiones deben mantenerse exentas de toda mala práctica, tosquedad y negligencia. Todo lo relacionado con ellas debe ser irreprochable. Cada uno de los que tengan una parte que desempeñar en ellas debe ser un ejemplo para los creyentes. Es necesario dedicar muchos momentos a la oración secreta, en íntima comunión con Dios. Únicamente así podrán obtenerse victorias. Toda disposición de la misión debe ser tal que proteja al alma contra la tentación. Toda pasión profana debe ser mantenida bajo el dominio de la razón santificada mediante la gracia abundantemente otorgada por Dios. OE 378.2
Todo hombre que, habiendo sido tenido por digno de ocupar una posición de confianza en una de nuestras instituciones o en una misión, traiciona su cometido y se entrega en las manos de Satanás como instrumento de iniquidad, para sembrar las semillas del mal, es un traidor de la peor especie. De una mente tal, contaminada y mancillada, los jóvenes reciben a menudo los pensamientos impuros que los conducen a una vida de vergüenza y contaminación. OE 379.1
Los hombres y mujeres que dirigen una misión necesitan estar en íntima comunión con Dios a fin de mantenerse puros y para saber cómo dirigir discretamente a los jóvenes, para que los pensamientos de todos no se mancillen ni corrompan. Sean las lecciones dadas de un carácter elevado y ennoblecedor, para que la mente pueda llenarse de pensamientos puros, cristianos. “Cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio.”11 Juan 3:3. Como Dios es puro en su esfera, el hombre ha de serlo en la suya. Y lo será si Cristo es formado dentro de él, la esperanza de gloria; porque imitará la vida de Cristo y reflejará su carácter. OE 379.2