Nuestro Creador ha otorgado sus bendiciones al hombre con mano generosa. Si todos estos dones de la Providencia fuesen empleados con prudencia y temperancia, la pobreza, la enfermedad y la miseria quedarían desterradas de la tierra. Pero ¡ay! por todos lados vemos que las bendiciones de Dios son trocadas en maldición por la perversidad de los hombres. OE 399.2
No hay clase de personas culpables de mayor perversión y abuso de sus dones preciosos que la de los que dedican los productos del suelo a la fabricación de bebidas embriagantes. Los cereales nutritivos, las sanas y deliciosas frutas, son convertidos en brebajes que pervierten los sentidos y enloquecen el cerebro. Como resultado del consumo de estos venenos, miles de familias se ven privadas de las comodidades y aun de las cosas necesarias de la vida, se multiplican los actos de violencia y crimen, y la enfermedad y la muerte sumen a miríadas de víctimas en las tumbas de los borrachos. OE 400.1
¡Y esta obra de destrucción se lleva a cabo bajo la protección de las leyes del país! Por una suma miserable, los hombres reciben permiso para vender a sus semejantes la poción que los despojará de todo lo que hace deseable esta vida y de toda esperanza de la vida venidera. Ni el legislador ni el traficante en licores ignoran el resultado de su obra. En el bar del hotel, en la cervecería, en el despacho común de bebidas, gasta el esclavo del apetito sus recursos en lo que destruye su razón, salud y felicidad. El que vende bebidas llena su caja con dinero que debiera proporcionar alimentos y ropa a la familia del pobre borracho. OE 400.2
Esta es la peor clase de robo. Sin embargo, hay hombres que ocupan posiciones encumbradas en la sociedad y en la iglesia que prestan su apoyo a las leyes que reglamentan el tráfico de licores.... Así se corrompe la sociedad, se llenan los asilos y las cárceles de pobres y delincuentes, y el cadalso se ve provisto de víctimas. El mal no termina con el borracho y su desgraciada familia. Aumentan las cargas de impuestos, peligra la moral de los jóvenes, corren riesgo los bienes y aun la vida de cada miembro de la sociedad. Pero por vívidamente que se presente el cuadro, no alcanza a representar la realidad. Ninguna pluma humana puede delinear plenamente los horrores de la intemperancia.... OE 400.3