Los jóvenes predicadores deben hacerse útiles dondequiera que estén. Cuando visitan a la gente en sus hogares, no deben ser ociosos, sin esforzarse por ayudar a aquellos que los benefician con su hospitalidad. Las obligaciones son mutuas; si el predicador goza de la hospitalidad de sus amigos, es deber suyo responder a su bondad con una conducta servicial y considerada hacia ellos. El hombre que le dé hospitalidad puede tener mucha congoja y trabajo duro. Al manifestar una disposición, no sólo a atenderse a sí mismo, sino a prestar oportuna ayuda a otros, el predicador puede hallar acceso al corazón, y abrir el camino para la recepción de la verdad. OE 112.2
El amor a la comodidad, y hasta puedo decir, la pereza física, hacen a un hombre inapto para ser predicador. Los que se están preparando para entrar en el ministerio deben educarse para hacer ardua labor física; y entonces serán más capaces de hacer arduo trabajo mental. OE 112.3
Fijen los jóvenes jalones bien definidos, por los cuales puedan guiarse en las emergencias. Cuando se presenta una crisis que requiere facultades físicas activas y bien desarrolladas, y una mente clara, fuerte y práctica; cuando se ha de hacer trabajo difícil, en que todo golpe es de valor; cuando se presenten perplejidades a las cuales se puede hacer frente únicamente por la sabiduría recibida de lo alto, entonces los jóvenes que hayan aprendido a vencer las dificultades mediante trabajo serio pueden responder al pedido de obreros. OE 113.1