En varias ocasiones se me ha indicado que el terreno que rodea nuestro colegio debe usarse como campo de cultivo del Señor. En un sentido especial, ciertas porciones debieran cultivarse intensivamente. Vi delante de mí terrenos en que se había plantado toda clase de árboles frutales que pueden prosperar en la localidad; había también huertas de verduras donde la semilla se sembraba y cultivaba. Si los dirigentes de esta finca y los maestros del colegio quieren recibir la colaboración del Espíritu Santo, tendrán sabiduría en su administración y Dios bendecirá sus labores. El cuidado de los árboles, la siembra y la recolección de la cosecha, serán lecciones maravillosas para todos los alumnos. Los eslabones invisibles que conectan la siembra y la siega han deben estudiarse, y las bondades de Dios es necesario que se destaquen y aprecien. El Señor es el que imparte virtud y poder al terreno y la semilla. Si no fuera por la mediación divina combinada con el conocimiento y la habilidad de los encargados del trabajo, la semilla sembrada sería inútil. Existe un poder invisible que obra constantemente a favor de los seres humanos para alimentarlos y vestirlos. La parábola de la simiente, si se la estudia en la experiencia diaria del maestro y del alumno, revelará que Dios obra en la naturaleza y aclarará muchas cosas relativas al reino de los cielos. 6TPI 188.2