La naturaleza, juntamente con la Biblia, debe ser nuestro gran libro de texto. Pero no tiene sentido endiosar la naturaleza, porque eso sería exaltar la creación por encima del amante Creador, quien diseñó la obra y cuida de ella de acuerdo con su plan. Cuando se siembra la semilla y se cultiva las plantas, debemos recordar que Dios creó la semilla y la da a la tierra. Mediante su poder divino se preocupa de esa semilla. Es por su mandato que la semilla al morir, da su vida al tallo y a la espiga con sus propias semillas, las cuales se guardan para sembrarlas y obtener una nueva cosecha. Debemos estudiar, además, nuestra participación en este proceso. El agente humano tiene su parte que realizar, su obra que hacer. Esta es una de las lecciones que la naturaleza enseña y percibiremos en ella una obra solemne y hermosa. 6TPI 189.1
Se habla mucho acerca de Dios en la naturaleza, como si el Señor estuviera obligado por sus leyes a ser su siervo. Muchas teorías conducirían las mentes a suponer que la naturaleza es una entidad dotada de vida propia, separada de la Deidad, con poder inmanente para funcionar. La gente no sabe de qué habla cuando supone que la naturaleza tiene poder inherente que la hace funcionar sin el control permanente del Creador. El Señor no obra por medio de sus leyes para invalidar las leyes de la naturaleza. Él hace su obra mediante las leyes y los atributos de sus instrumentos, y la naturaleza obedece a un “así dice Jehová”. 6TPI 189.2
El Dios de la naturaleza está constantemente en acción. Su poder infinito obra en forma imperceptible, pero sus manifestaciones se observan en los efectos producidos por su obra. El mismo Dios que dirige los planetas obra en el vergel y en el huerto; pero jamás hizo una espina, un cardo ni cizaña, los cuales son obra de Satanás, el resultado de la degeneración introducida por él dentro de las cosas preciosas. Sin embargo, cada capullo florece por medio del poder directo de Dios. Cuando Cristo estuvo en la tierra como ser humano, dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Juan 5:17. Entonces, cuando los alumnos dedican su tiempo y sus fuerzas a labores agrícolas, se dice de ellos en el cielo: “Somos colaboradores de Dios”. 1 Corintios 3:9. 6TPI 190.1
Retened las tierras aledañas a los colegios e iglesias. Los que vengan a establecerse en Cooranbong pueden, si lo desean, encontrar casas para ellos en las cercanías, o en los terrenos del colegio de Avondale. Pero según la luz que se me ha dado, todo el terreno, desde el huerto hasta la carretera de Maitland, y a ambos lados del camino; desde el edificio de reuniones hasta el colegio, debiera convertirse en un área destinada a la agricultura y en un parque, embellecido con fragantes flores y árboles ornamentales. Debe haber huertas y cultivarse toda clase de hortalizas y otros productos compatibles con el terreno, para que este lugar llegue a ser una lección práctica para quienes viven cerca y lejos. 6TPI 190.2
Mantened a distancia todo lo que no sea esencial para las actividades del colegio, porque así no se alterará la santidad del lugar por la proximidad de familias y edificios. Que el colegio permanezca separado. Es preferible que las familias, independientemente de su dedicación al servicio del Señor, se ubiquen a cierta distancia de los edificios del colegio. La escuela es propiedad del Señor y los terrenos circundantes son su finca, donde el gran Sembrador puede convertir su huerto en un libro de texto. Los resultados del trabajo se verán, “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Marcos 4:28. El terreno dará sus tesoros y la alegría de una abundante cosecha; y el producto cosechado por medio de la bendición de Dios se usará como libro de texto de la naturaleza, del cual podrán extraerse lecciones espirituales sencillas y aplicarse a las necesidades del alma. 6TPI 190.3