En general, no se ha prestado suficiente atención a nuestros menores y adolescentes. Los miembros de mayor edad de la iglesia no los han mirado con ternura y simpatía, con deseos de que progresen en la vida santificada, y, por lo tanto, los menores han dejado de desarrollarse en la vida cristiana como debieran haberlo hecho. Algunos miembros de la iglesia que en el pasado amaron y temieron a Dios permiten ahora que sus negocios lo absorban todo y esconden su luz debajo de un almud. Se han olvidado de servir a Dios y están haciendo de sus negocios la tumba de su religión. 6TPI 199.3
¿Ha de permitirse que los adolescentes sean llevados de aquí para allá, que se desanimen y que caigan en las tentaciones que por doquier los acechan para enredar sus incautos pies? La obra que se halla más a mano de los miembros de nuestras iglesias es la de interesarse en nuestros jóvenes y con bondad, paciencia y ternura enseñarles renglón tras renglón y precepto tras precepto. ¡Oh! ¿Dónde están los padres y las madres de Israel? Debieran ser muchos los que, como dispensadores de la gracia de Cristo, manifiesten por los jóvenes un interés especial, y no meramente casual. Muchos debieran sentirse conmovidos por la situación lastimosa en que se encuentran nuestros jóvenes, y darse cuenta de que Satanás se vale de toda artimaña imaginable para atraparlos en sus redes. Dios pide definidamente que la iglesia se despierte de su letargo y discierna el servicio que se le exige en este tiempo de peligro. 6TPI 200.1
Los ojos de nuestros hermanos y hermanas deben ser ungidos con el colirio celestial a fin de que vean las necesidades del momento. Los corderos del rebaño necesitan ser apacentados, y el Señor del cielo observa para ver quién hace la obra que él quiere que se haga en favor de los niños y los jóvenes. La Iglesia duerme y no se percata de la magnitud de este asunto. Alguien dirá: “¿Qué necesidad hay de ser tan escrupuloso en educar a nuestros jóvenes de manera cabal? Me parece que si unos cuantos de los que hayan decidido seguir alguna vocación literaria o alguna otra carrera que exige cierta disciplina, reciben atención especial, es todo lo que se necesita. No es necesario que todos nuestros jóvenes sean tan bien enseñados. ¿No bastará, acaso, la completa educación de unos cuantos para todo requerimiento esencial?” 6TPI 200.2
No, respondo, y lo recalco enérgicamente. ¿Qué selección podríamos hacer entre nuestros jóvenes? ¿Cómo podríamos decir nosotros quién habría de ser el más promisorio, quién habría de rendir a Dios el mejor servicio? Con nuestro juicio humano, haríamos lo que hizo Samuel, quien, al ser enviado en busca del ungido del Señor, miró a la apariencia exterior. Pero el Señor le dijo: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. 1 Samuel 16:7. A ninguno de los hijos de Isaí, de parecer noble, aceptaba el Señor; mas cuando David, el hijo menor, un simple pastor de ovejas, fue traído del campo y pasó ante Samuel, el Señor dijo: “Levántate y úngelo, que este es”. ¿Quién podría determinar cuál joven miembro de una familia, resultaría un eficiente servidor en la obra de Dios? Se debe permitir a todos los jóvenes gozar de los beneficios y privilegios de la educación en nuestras escuelas, a fin de que reciban estímulo para ser colaboradores de Dios. 6TPI 201.1