Muchas familias que con el objeto de educar a sus hijos se trasladan a los lugares donde están establecidas nuestras escuelas principales prestarían mejor servicio al Maestro si se quedaran donde se encuentran. Debieran animar a la iglesia de la cual son miembros a establecer una escuela de iglesia donde los niños que habiten dentro de sus confines puedan recibir una educación cristiana perfecta y práctica. Sería muchísimo mejor para sus hijos, para ellos mismos y para la causa de Dios, si se quedaran en las iglesias más pequeñas, donde más se necesita su ayuda; en lugar de ir a las más grandes, donde, a causa de que no se les necesita, existe la constante tentación a caer en la inercia espiritual. 6TPI 201.2
Dondequiera que haya unos cuantos observadores del sábado, los padres deben unirse para habilitar un lugar destinado a una escuela de iglesia donde sus menores y los adolescentes puedan ser enseñados. Deben emplear a un maestro cristiano que, como consagrado misionero, eduque a los niños de manera que los encamine hacia la vocación misionera. Se deben contratar maestros que impartan una educación apropiada en los ramos comunes, haciendo de la Biblia el fundamento y el centro de todo estudio. Los padres deben ceñirse la armadura, y mediante su propio ejemplo enseñar a sus hijos a ser misioneros. Deben trabajar mientras dure el día; porque “la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Juan 9:4. Si quieren hacer esfuerzos abnegados, enseñando con perseverancia a sus hijos a llevar responsabilidades, el Señor obrará con ellos. 6TPI 201.3
Algunas familias de observadores del sábado viven aisladas o muy separadas de otras de la misma fe. Ocasionalmente han enviado a sus hijos a nuestras escuelas de internos, donde recibieron marcado beneficio, regresando después para ser una bendición en su propio hogar. Pero algunas no pueden enviar a sus hijos lejos del hogar para que se eduquen. En tales casos, los padres deben hacer lo posible por emplear a un maestro de vida religiosa ejemplar, para quien sea agradable trabajar por el Maestro en cualquier actividad y que esté dispuesto a cultivar cualquier porción de la viña del Señor. Los padres y las madres deben cooperar con el maestro, trabajando fervorosamente por la conversión de sus hijos. Procuren ellos mantener vivo y lozano el interés espiritual en el hogar y criar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Consagren una parte de cada día al estudio, haciéndose estudiantes con sus hijos. De esta manera pueden convertir la hora destinada a la educación en momentos de quietud y provecho, y aumentará su confianza en este método para obtener la salvación de sus hijos. Los padres hallarán que su crecimiento personal será más rápido a medida que aprendan a trabajar en favor de sus hijos. Al trabajar con humildad, desaparecerá la incredulidad. La fe y la actividad impartirán una confianza y satisfacción que aumentarán de día en día, a medida que continúen tratando de conocer al Señor y haciendo que otros lo conozcan. Sus oraciones se volverán fervientes, porque tendrán algún objeto definido por el cual orar. 6TPI 202.1
En algunos países, la ley obliga a los padres a enviar sus hijos a la escuela. En esos países se debieran establecer escuelas en las localidades donde haya iglesias, aun en el caso en que hubiera sólo seis niños para asistir a cada una de ellas. Trabajad para impedir que vuestros hijos se ahoguen en las influencias viciosas y corruptoras del mundo, como si estuvierais trabajando por vuestra propia vida. 6TPI 203.1
Estamos muy atrasados en el cumplimiento de nuestro deber en este importante asunto. En muchos lugares hace años que debieran estar funcionando escuelas. Muchas localidades habrían tenido así representantes de la verdad que podrían haber proyectado una mejor imagen del carácter de la obra del Señor. En vez de concentrar tantos edificios imponentes en unos pocos lugares, habría sido mejor establecer escuelas en muchas localidades. 6TPI 203.2
Establézcanse ahora dichas escuelas con sabia dirección para que los niños y jóvenes sean educados en sus propias iglesias. Es una hiriente ofensa contra Dios el hecho de que haya existido tanto descuido en esto, cuando la Providencia nos ha concedido tan abundantes facilidades para trabajar. Pero, aunque en el pasado no hemos hecho lo que debíamos en favor de nuestros jóvenes y niños, arrepintámonos ahora y redimamos el tiempo. El Señor dice: “Venid luego... y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra”. Isaías 1:18, 19. 6TPI 203.3