En la invitación a la cena evangélica, el Señor Jesús ha especificado la obra que debe realizarse; la obra que debe ocupar a cada iglesia en todas partes, hacia los cuatro puntos cardinales. 6TPI 297.1
Las iglesias necesitan que sus ojos sean ungidos con el colirio celestial, para que puedan ver las múltiples oportunidades que tienen a su alrededor de ministrar en el servicio de Dios. El Señor ha llamado a su pueblo repetidamente para salir a los caminos y veredas, y urgir a la gente a entrar para que su casa se llene; sin embargo, aun a la sombra de nuestras propias puertas se encuentran familias por las que no hemos mostrado interés suficiente para hacerles pensar que nos preocupamos por ellas. Esta obra que tenemos delante de nosotros es la que el Señor ahora le suplica a su iglesia que emprenda. No debemos pararnos y decir: “¿Quién es mi prójimo?” Debemos recordar que nuestro prójimo es el que necesita más de nuestra ayuda y simpatía. Nuestro prójimo es cada alma que está herida y maltratada por el adversario. Nuestro prójimo es todo aquel que pertenece a Dios. En Cristo, las diferencias marcadas por los judíos respecto a quién era su prójimo, desaparecen. No hay límites territoriales, distintivos artificiales, castas ni aristocracia. 6TPI 297.2