Un precepto eterno de la ley de Jehová demanda que quien acepta la verdad que el mundo necesita haga de la proclamación de esta verdad su primer trabajo. Pero, ¿quién hay que haga realmente suya la preocupación por los pecadores que perecen? Mi corazón se llena de una tristeza inexpresable cuando miro al pueblo profeso de Dios y observo su indisposición a servirle. Son tan pocos los que unen su corazón al corazón de Dios en la realización de su obra postrera y solemne. Hay miles que deben ser amonestados, sin embargo, cuán pocos se consagran totalmente a la causa, dispuestos a ser lo que fuere o a realizar cualquier cosa con tal de ganar almas para Cristo. Jesús murió para salvar al mundo. Trabajó en favor de los pecadores con humildad, con mansedumbre y sin egoísmo, y sigue haciéndolo todavía. Pero muchos que deberían colaborar con él, son autosuficientes e indiferentes. 7TPI 16.1
Actualmente se manifiesta en el pueblo de Dios una alarmante ausencia de esa simpatía que debiera sentirse por las almas no salvadas. Hablamos acerca de las misiones cristianas; se escucha el sonido de nuestra voz; pero, ¿sentimos la ternura que el corazón de Cristo experimenta en favor de los que están fuera del redil? Y a menos que nuestros corazones palpiten en armonía con el corazón de Cristo, ¿cómo podremos comprender la santidad y la importancia de la obra a la cual fuimos llamados, reveladas en las palabras: “Ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta” Hebreos 13:17? 7TPI 16.2
Dios espera que los seres humanos despierten a cumplir sus responsabilidades. Espera que se unan a él. Obedezcan ellos la señal de avanzar, y no sean más perezosos en el cumplimiento de la voluntad del Señor. 7TPI 16.3
¿Podemos darnos cuenta de cuánta gente en el mundo observa nuestros movimientos? De donde menos lo esperamos se oyen voces que nos instan a proseguir nuestra obra de dar al mundo el último mensaje de misericordia. ¡Despierten, pastores y laicos! Apresúrense a reconocer y aprovechar cada oportunidad y ventaja que les ofrezcan los giros de la rueda de la Providencia. Tanto Dios como el Señor Jesucristo y los ángeles celestiales trabajan con intensa actividad con el fin de detener la fiereza de la ira de Satanás, para que los planes divinos no sean menoscabados. Dios vive y reina. El es quien conduce los asuntos del universo. Que sus soldados marchen hacia la victoria. Que haya unidad perfecta en sus filas. Prosigan la batalla hasta los portales. El Señor obrará en favor suyo como poderoso Conquistador. 7TPI 16.4
Que el mensaje del Evangelio resuene por todas nuestras iglesias, invitando a sus miembros a una acción universal. Que los feligreses posean una fe creciente, y se llenen del celo de sus invisibles aliados celestiales al reconocer sus recursos inagotables y la grandiosidad de la empresa en la cual se hallan involucrados, así como el poder de su Guía. Los que se colocan bajo el control divino para ser guiados por el Señor, se darán cuenta del firme curso de los acontecimientos ordenados por él. Bajo la inspiración del Espíritu de aquel que dio su vida por la vida del mundo, no volverán a detenerse impotentes, apuntando a las cosas que no pueden hacer. Se dirigirán hacia la batalla vestidos con la armadura del cielo, dispuestos a realizar lo que Dios pide sabiendo que su omnipotencia suplirá sus necesidades. 7TPI 17.1