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El Colportor Evangélico

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    Hablemos bien de los demás

    Practiquen el hábito de hablar bien de los demás. Piensen en las buenas cualidades de aquellos con quienes tratan, y fíjense lo menos posible en sus faltas y errores. Cuando sientan la tentación de lamentar lo que alguien haya dicho o hecho, alaben algo de su vida y carácter. Cultiven el agradecimiento. Alaben a Dios por su amor admirable de haber dado a Cristo para que muriera por nosotros. Nada sacamos con pensar en nuestros agravios. Dios nos invita a meditar en su misericordia y amor incomparables, para que seamos movidos a alabarle.CE 209.2

    Los que trabajan fervorosamente no tienen tiempo para fijarse en las faltas ajenas. No podemos vivir de las cáscaras de las faltas o errores de los demás. Hablar mal es una maldición doble, que recae más pesadamente sobre el que habla que sobre el que oye. El que esparce las semillas de la disensión y la discordia cosecha en su propia vida los frutos mortíferos. El mero hecho de buscar algo malo en otros desarrolla el mal en los que lo buscan. Al espaciarnos en los defectos de los demás nos transformamos a la imagen de ellos. Por el contrario, mirando a Jesús, hablando de su amor y de la perfección de su carácter, nos transformamos a su imagen. Mediante la contemplación del elevado ideal que él puso ante nosotros, nos elevaremos a una atmósfera pura y santa, hasta la presencia de Dios. Cuando permanecemos en ella, brota de nosotros una luz que irradia sobre cuantos se relacionan con nosotros.CE 209.3

    En vez de criticar y condenar a los demás, digan: “Tengo que consumar mi propia salvación. Si coopero con el que quiere salvar mi vida, debo vigilarme a mí mismo con diligencia. Debo eliminar de mi ser todo mal. Debo vencer todo defecto. Debo ser una nueva criatura en Cristo. Entonces, en vez de debilitar a los que luchan contra el mal, podré fortalecerlos con palabras de aliento”. Somos por demás indiferentes unos con otros. Demasiadas veces olvidamos que nuestros compañeros de trabajo necesitan fuerza y estímulo. No dejemos de reiterarles el interés y la simpatía que por ellos sentimos. Ayudémosle con nuestras oraciones y dejémosle saber que así obramos.CE 210.1

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