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La Oración

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    Si Jesús, estando en la tierra, tenía que orar, cuánto más nosotros

    Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias y a echar toda su solicitud sobre él. Y la seguridad que les dio de que sus oraciones serían oídas, nos es dada también a nosotros.Or 202.1

    Jesús mismo, cuando habitó entre los hombres, oraba frecuentemente. Nuestro Salvador se identificó con nuestras necesidades y flaquezas, convirtiéndose en un suplicante que imploraba de su Padre nueva provisión de fuerza, para avanzar fortalecido para el deber y la prueba. Él es nuestro ejemplo en todas las cosas. Es un hermano en nuestras debilidades, “tentado en todo así como nosotros”, pero como ser inmaculado, rehuyó el mal; sufrió las luchas y torturas de alma de un mundo de pecado. Como humano, la oración fue para él una necesidad y un privilegio. Encontraba consuelo y gozo en estar en comunión con su Padre. Y si el Salvador de los hombres, el Hijo de Dios, sintió la necesidad de orar, ¡cuánto más nosotros, débiles mortales, manchados por el pecado, no debemos sentir la necesidad de orar con fervor y constancia!—El Camino a Cristo, 92, 93.Or 202.2

    Cristo luchaba en oración ferviente; ofrecía sus súplicas al Padre con fuerte llanto y lágrimas en beneficio de aquellos por cuya salvación él había dejado el cielo, y había venido a esta tierra. Entonces, cuán apropiado, es más, cuán esencial es que los hombres deben orar y no desmayar.—The Review and Herald, 1 de abril de 1890.Or 202.3

    Muy pocos siguen su ejemplo en ferviente y frecuente oración a Dios pidiendo fuerzas para soportar las pruebas de esta vida y cumplir sus deberes diarios. Cristo es el Capitán de nuestra salvación, y por sus propios sufrimientos y sacrificio ha dado ejemplo a todos sus seguidores de que la vigilancia y la oración y el esfuerzo perseverante son necesarios de parte de ellos, para representar correctamente el amor que moraba en su pecho por la raza humana caída.—Exaltad a Jesús, 236.Or 202.4

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