Índice de contenido
Sección 1—La filosofía de la intemperancia
Capítulo 1—La perfección original del hombre
Creado en perfección y hermosura—El hombre salió de la mano de su Creador perfecto en su organismo y hermoso en su forma.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 7.Te 11.1
El hombre fue el acto culminante de la creación de Dios, hecho a la imagen de Dios, con el propósito de ser una copia fiel de Dios.—The Review and Herald, 18 de junio de 1895.Te 11.2
Adán era un ser noble dotado de una mente poderosa, de una voluntad en armonía con la voluntad de Dios, y de afectos que se centraban en el cielo. Su cuerpo no había recibido la herencia de ninguna enfermedad, y su alma llevaba el sello de la Divinidad.—The Youth’s Instructor, 5 de marzo de 1903.Te 11.3
Estaba delante de Dios en la fortaleza de la perfecta virilidad. Todos los órganos y facultades de su ser estaban desarrollados por igual, y equilibrados en forma armoniosa.—Redemption; or the Temptation of Christ in The Wilderness, 30.Te 11.4
La promesa de Dios de conservar nuestra salud—El Creador del hombre ha dispuesto la maquinaria viviente de nuestro cuerpo. Toda función ha sido hecha maravillosa y sabiamente. Y Dios se ha comprometido a conservar esta maquinaria humana marchando en forma saludable, si el agente humano quiere obedecer las leyes de Dios y cooperar con él.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, 17.Te 11.5
La responsabilidad hacia las leyes de la naturaleza—Para que haya salud se necesita crecimiento, y el crecimiento exige que se preste ciudadosa atención a las leyes de la naturaleza, para que los órganos del cuerpo puedan conservarse en buen estado, sin estorbos en su acción.—Manuscrito 47, 1896.Te 11.6
Dios estableció los apetitos e inclinaciones—Nuestros apetitos e inclinaciones ... fueron establecidos divinamente, y cuando fueron dados al hombre eran puros y santos. Era el propósito de Dios que la razón gobernara los apetitos, y que éstos contribuyeran a nuestra felicidad; y cuando están regidos y controlados por una razón santificada son santidad a Jehová.—Manuscrito 47, 1896.Te 11.7