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Recibiréis Poder

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    Semejanza a Cristo, 31 de marzo

    Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 1 Juan 3:2.RP 101.1

    Pronto vendrá Cristo en las nubes de los cielos; por lo tanto, tenemos que estar preparados para encontrarnos con él libres de toda mancha, arruga o algo semejante. Ahora debemos aceptar la invitación de Cristo: “Venid a mí todos los que estáis cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:28, 29. Las palabras dichas a Nicodemo tienen un gran valor práctico para los que vivimos en este tiempo: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. Juan 3:5-8.RP 101.2

    Nuestros corazones tienen que experimentar el poder de conversión de Dios. Debemos estudiar la vida de Cristo para imitar al Modelo divino. Es fundamental que nos apoyemos en la perfección del carácter de Jesús para transformarnos a su imagen. Nadie entrará en el reino de Dios a menos que sojuzgue sus pasiones y rinda su voluntad en cautiverio a Cristo.RP 101.3

    El cielo está libre del pecado y de toda mancha e impureza. Si deseamos vivir en esa atmósfera, y si contemplamos la gloria de Cristo, en virtud de su gracia y su justicia seremos puros de corazón y de carácter perfecto. No debemos relacionarnos con el placer o los pasatiempos, ya que nos estamos preparando para las gloriosas mansiones que Jesús fue a alistar para nosotros. Si somos fieles, si buscamos ser una bendición para otros, y somos pacientes en el bien hacer, cuando venga Cristo nos coronará con la gloria, la honra y la inmortalidad.—The Review and Herald, 28 de abril de 1891.RP 101.4

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