Capítulo 17—El día se acerca
La Segunda Venida y el Cielo
- Contents- Prefacio
- Capítulo 1—El camino al cielo
- Capítulo 2—El cumplimiento de la promesa
- Capítulo 3—La promesa de la segunda venida a través de la historia
- Capítulo 4—La liberación del pueblo de Dios
- Capítulo 5—La segunda venida de Cristo
- Capítulo 6—Nuestra herencia eterna
- Capítulo 7—Una atmósfera celestial
- Capítulo 8—Al fin cara a cara
- Capítulo 9—El Edén restaurado
- Capítulo 10—¿Quiénes estarán allí?
- Capítulo 11—Algunos ya están en el cielo
- Capítulo 12—Algunos que no estarán allí
- Capítulo 13—Mil años en el cielo
- Capítulo 14—El fin de la maldad
- Capítulo 15—La tierra renovada
- Capítulo 16—La escuela celestial
- Capítulo 17—El día se acerca
- Capítulo 18—El cielo puede comenzar ahora
- Capítulo 19—La música del cielo
- Capítulo 20—Llamados a estar allí
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Capítulo 17—El día se acerca
Vamos hacia la patria—La resurrección y la ascensión de nuestro Señor constituyen una evidencia segura del triunfo de los santos de Dios sobre la muerte y el sepulcro, y una garantía de que el cielo está abierto para quienes lavan las vestiduras de su carácter y las emblanquecen en la sangre del Cordero. Jesús ascendió al Padre como representante de la familia humana, y allí llevará Dios a los que reflejan su imagen para que contemplen su gloria y participen de ella con él.SVC 151.1
Hay mansiones para los peregrinos de la tierra. Hay vestiduras, coronas de gloria y palmas de victoria para los justos. Todo lo que nos dejó perplejos en las providencias de Dios quedará aclarado en el mundo venidero. Las cosas difíciles de entender hallarán entonces su explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados. Donde nuestras mentes finitas discernían solamente confusión y promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armonía. Sabremos que el amor infinito ordenó los incidentes que nos parecieron más penosos. A medida que comprendamos el tierno cuidado de Aquel que hace que todas las cosas obren conjuntamente para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inefable y rebosante de gloria.SVC 151.2
No puede haber dolor en la atmósfera del cielo. En el hogar de los redimidos no habrá lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni indicios de luto. “No dirá el morador: Estoy enfermo; el pueblo que morare en ella será absuelto de pecado”. Isaías 33:24. Nos invadirá una grandiosa ola de felicidad que irá ahondándose a medida que transcurra la eternidad.SVC 152.1
Nos hallamos todavía en medio de las sombras y el torbellino de las actividades terrenales. Consideremos con sumo fervor el bienaventurado más allá. Que nuestra fe penetre a través de toda nube de tinieblas, y contemplemos a Aquel que murió por los pecados del mundo. Abrió las puertas del paraíso para todos los que le reciban y crean en él. Les da la potestad de llegar a ser hijos e hijas de Dios. Permitamos que las aflicciones que tanto nos apenan y agravian sean lecciones instructivas, que nos enseñen a avanzar hacia el blanco del premio de nuestra alta vocación en Cristo. Sintámonos alentados por el pensamiento de que el Señor vendrá pronto. Alegre nuestro corazón esta esperanza. “Aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”. Hebreos 10:37. Bienaventurados son aquellos siervos que, cuando venga su Señor, sean hallados velando.SVC 152.2
Vamos hacia la patria. El que nos amó al punto de morir por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca más se oirá el llanto ni la endecha de las esperanzas destrozadas y de los afectos tronchados. Pronto las vestiduras de pesar se trocarán por el manto de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro Rey. Aquellos cuya vida quedó escondida con Cristo, aquellos que en esta tierra pelearon la buena batalla de la fe, resplandecerán con la gloria del Redentor en el reino de Dios.SVC 152.3
No transcurrirá mucho tiempo antes que veamos a Aquel en quien ciframos nuestras esperanzas de vida eterna. Y en su presencia todas las pruebas y los sufrimientos de esta vida serán como nada. “No perdáis pues vuestra confianza que tiene grande remuneración de galardón: porque la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”. Hebreos 10:35-37. Alzad los ojos, sí, alzad los ojos, y permitid que vuestra fe aumente de continuo. Dejad que esta fe os guíe a lo largo de la senda estrecha que, pasando por las puertas de la ciudad de Dios, nos lleva al gran más allá, al amplio e ilimitado futuro de gloria destinado a los redimidos. “Pues, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y tardía. Tened también vosotros paciencia; confirmad vuestros corazones: porque la venida del Señor se acerca”. Santiago 5:7, 8.—Testimonios para la Iglesia 9:227-229.SVC 153.1
Podemos apresurar su venida—Cristo nos dice cuándo será introducido el día de su reino. No nos dice que todo el mundo será convertido, sino que “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. Mateo 24:14. Al dar el evangelio al mundo, tenemos la posibilidad de apresurar la venida del día de Dios. Si la iglesia de Cristo hubiera llevado a cabo la obra señalada tal como el Señor lo mandó, todo el mundo ya hubiera sido amonestado y el Señor Jesús hubiera venido a la tierra en poder y gran gloria.—Maravillosa Gracia de Dios, La, 353.SVC 153.2
Aún un poco más—Cristo va a venir en las nubes y con grande gloria. Le acompañará una multitud de ángeles resplandecientes. Vendrá para resucitar a los muertos y para transformar a los santos vivos de gloria en gloria. Vendrá para honrar a los que le amaron y guardaron sus mandamientos, y para llevarlos consigo. No los ha olvidado ni tampoco ha olvidado su promesa. Volverán a unirse los eslabones de la familia. Cuando miramos a nuestros muertos, podemos pensar en la mañana en que la trompeta de Dios resonará, cuando “los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados”. Aún un poco más, y veremos al Rey en su hermosura. Un poco más, y enjugará toda lágrima de nuestros ojos. Un poco más, y nos presentará “delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría”. Por lo tanto, cuando dio las señales de su venida, dijo: “Cuando estas cosas comenzaren a hacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca”.—El Deseado de Todas las Gentes, 586.SVC 154.1
Aún un poquito—Transcurrirá sólo un poquito más de tiempo antes de que Jesús venga a salvar a sus hijos y a darles el toque final de la inmortalidad. “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”. 1 Corintios 15:53. Los sepulcros se abrirán y los muertos saldrán victoriosos, y exclamarán: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” 1 Corintios 15:55. Nuestros seres amados que duermen en Jesús resucitarán revestidos con la inmortalidad.SVC 154.2
Y cuando los redimidos suban al cielo, las puertas de la ciudad de Dios se abrirán de par en par, y entrarán los que han guardado la verdad. Una voz más armoniosa que música alguna que hayan escuchado los oídos mortales, se oirá decir: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Mateo 25:34. Entonces los justos recibirán su recompensa. Sus vidas correrán paralelas con la vida de Jehová. Echarán sus coronas a los pies del Redentor, pulsarán las doradas arpas y llenarán todo el cielo de música armoniosa.—Consejos Sobre Mayordomía Cristiana, 365.SVC 154.3
El fin está cerca—La venida del Señor está más cercana de cuando creímos por primera vez. El gran conflicto se está aproximando a su final. Las noticias de cada calamidad que ocurre en el mar o en la tierra son testimonios del hecho de que el fin de todas las cosas está cercano. Las guerras y los rumores de guerra así lo indican. ¿Hay algún cristiano cuyo pulso no se apresure al anticipar los grandes acontecimientos que se están desarrollando ante nuestros ojos?—El Evangelismo, 163.SVC 155.1
La promesa es segura—Por largo tiempo hemos aguardado el retorno de nuestro Salvador. Sin embargo, su promesa es segura. Pronto estaremos en nuestro hogar prometido. Allí Jesús nos conducirá junto a la corriente viva que fluye del trono de Dios, y nos explicará las oscuras providencias por las cuales nos condujo en esta tierra a fin de perfeccionar nuestros caracteres. Allí contemplaremos, con clara visión, las hermosuras del Edén restaurado. Arrojando a los pies de nuestro Redentor las coronas que él habrá puesto sobre nuestras cabezas, y pulsando nuestras arpas de oro, llenaremos todo el cielo con alabanzas a Aquel que se sienta en el trono.—Maranata: El Senor Viene, 309.SVC 155.2
Meditar en su venida—Medite en la verdad presente, en la segunda venida de Cristo. El Señor está por venir muy pronto. Tenemos tan sólo un corto lapso para presentar la verdad para este tiempo: la verdad que ha de convertir las almas. Esta verdad debe presentarse en su máxima sencillez, tal como Cristo la presentó, de modo que la gente pueda comprender qué es la verdad. La verdad disipará las nubes del error.—El Evangelismo, 452.SVC 155.3
Una parte esencial del evangelio—... La predicación de la segunda venida de Cristo, el anunció de su cercanía, es una parte esencial del mensaje evangélico.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 180.SVC 156.1
El último llamado—Dios ha pedido a este pueblo que dé al mundo el mensaje de la pronta venida de Cristo. Hemos de dar a los hombres la última invitación a la fiesta del evangelio, la última invitación a la cena de bodas del Cordero. En miles de lugares donde no se ha oído el llamamiento, éste ha de ser oído todavía. Muchos de los que no han dado el mensaje lo han de proclamar todavía. Vuelvo a dirigirme a vosotros, jóvenes: ¿No os ha llamado Dios a pregonar este mensaje?—Obreros Evangélicos, 65, 66.SVC 156.2
Hablar, orar y creer—El Señor viene pronto. Hablen acerca de ello, oren para que así sea y créanlo. Transfórmenlo en una parte de su propia vida. Tendrán que hacer frente a un espíritu de dudas y objeciones, pero que se disipará ante una confianza en Dios firme y consistente. Cuando se presenten perplejidades y obstáculos eleven el alma a Dios en cánticos de agradecimiento. Colóquense la armadura cristiana y asegúrense de que sus pies estén “calzados con el apresto del evangelio de la paz”. Prediquen la verdad con intrepidez y fervor. Recuerden que el Señor contempla compasivamente esta región y que conoce su pobreza y destitución. Los esfuerzos que realizan no serán un fracaso.—Testimonios para la Iglesia 7:226.SVC 156.3
Llenos de gozo—Debiéramos llenarnos de gozo al pensar en la inminente venida de Cristo. Para los que la amen, él vendrá sin pecado para salvación. Pero si nuestra mente está llena de pensamientos relacionados con cosas terrenales, no podemos aguardar con gozo su venida.—En Lugares Celestiales, 355.SVC 157.1
Esperar con alegría—El Señor viene pronto, y debemos estar preparados para salir a su encuentro en paz. Resolvamos hacer todo lo que podamos para impartir luz a los que nos rodean. No debemos estar tristes, sino gozosos, y debemos tener al Señor Jesús siempre delante de nosotros... Debemos estar listos y esperar su venida. ¡Cuán glorioso será verle y recibir la bienvenida como sus redimidos! Hemos esperado mucho, pero nuestra fe no debe menguar. Si sólo podemos ver al Rey en su hermosura, seremos benditos para siempre. Siento que debo gritar: “¡Al hogar!” Se acerca el tiempo cuando Cristo vendrá con poder y gran gloria para llevar a sus redimidos a su eterno hogar.—Maranata: El Senor Viene, 104.SVC 157.2
No se especule acerca de cuándo vendrá el fin—Dios ha puesto en su propia potestad los tiempos y las sazones. ¿Y por qué no nos ha dado Dios ese conocimiento? Porque si lo hiciera, no lo usaríamos debidamente. Ese conocimiento provocaría entre los hermanos un resultado que retardaría grandemente la obra de Dios de preparar a un pueblo que pueda resistir en el gran día venidero. No hemos de vivir dependiendo de la excitación originada por fechas especiales. No hemos de enfrascarnos en especulaciones en cuanto a los tiempos y las sazones que no ha revelado Dios. Jesús ha dicho a sus discípulos que velen, pero no fijándose en una fecha definida. Sus seguidores han de estar en la posición de los que están atentos a las órdenes de su Capitán. Han de velar, esperar, orar y trabajar a medida que se acercan al tiempo de la venida del Señor, pero nadie podrá predecir precisamente cuándo será ese tiempo, pues “no sabéis el día ni la hora”. No podréis decir que Cristo vendrá dentro de uno, dos o cinco años; tampoco debéis posponer su venida diciendo que quizá no se produzca ni en diez ni en veinte años.—Mensajes Selectos 1:221, 222.SVC 157.3