Al escuchar las palabras de Cristo obtendremos la verdad. Es la luz, es el camino que hemos de transitar para alcanzar el cielo de eterno descanso. Es la verdad. Aferremos a ella nuestra almas desamparadas, no del pastor, porque se verá que es una caña cascada. ¿De quién aferraremos nuestras almas? De aquel cuyo brazo es poderoso para salvar hasta lo sumo a todos los que se acercan a él. ¿Cómo nos acercamos? Pues bien, leamos un poco más adelante: «Todo aquel que comete pecado, infringe también la Ley, pues el pecado es infracción de la Ley». Esto es algo que se desprende de la crucifixión de Cristo. ¿No está su ley allí? Algunos dicen: «Dios no tenía una ley para gobernar en el cielo a la hueste angélica, y otra para dirigir a los habitantes de la tierra». ¿Quiso Dios alguna vez que tal declaración saliera de labios humanos? Jamás, jamás. Esta es la razón por la que nuestro planeta ha caído en las bajezas en que se encuentra. Por esta razón las almas de los padres y de los hijos se hallan en peligro. Por esa causa leemos de robos y asesinatos, de la depravación que hay por todas partes y que todos conocemos. SE1 203.2
Es preciso que entendamos el carácter del pecado. «Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley, pues el pecado es infracción de la ley”. Donde no hay ley no hay pecado. ¿Qué mundo es el que tenemos? ¿Un mundo donde la gente piensa que podrá ir al cielo mientras quebranta la ley? ¿Será que quienes entremos al cielo a través de los portales de la ciudad, tendremos otro mundo como el que tenemos aquí? SE1 203.3
Cristo murió, no para inmortalizar el pecado, ni para perpetuar la transgresión, sino que murió porque era la única esperanza para el transgresor con el fin de perfeccionar un sacrificio y una ofrenda. Ningún ángel pudo presentar un sacrificio y ofrenda perfectos. Ningún miembro de la hueste celestial pudo ser aceptado como ofrenda, excepto Jesucristo. Él, que era uno con el Padre y era la imagen misma de su sustancia, estaba lleno de gracia y de verdad, y cuando vino a nuestra tierra encontró la transgresión por todas partes. Encontró que se enseñaban las tradiciones y las costumbres de los hombres, ¿como qué?, como si fueran mandamientos de Dios. Habían mezclado la verdad con tantos errores que la redujeron a la nada. Él vino a enseñar la verdad en su pureza y a eliminar el error asociado a los mandamientos de Dios. Mostró el verdadero carácter de la ley de Jehová. SE1 204.1