Cristo proclamó en el Sermón del Monte los principios de largo alcance contenidos en la ley de Dios, para que fueran puestos en práctica en toda actividad humana. Yo adoro al Dios verdadero y viviente. Sus manos dirigen todas sus obras. ¿Se asombran ustedes de que el diablo desee anular la ley de Dios, la norma de su carácter? Esa será la norma que se utilizará en el juicio, cuando los libros sean abiertos, y todo ser humano sea juzgado en armonía con las obras que haya hecho. Los nombres de todos están escritos, ¿dónde?: «En las palmas de las manos te tengo esculpida” (Isa. 49: 16). Las mar-cas de la crucifixión han quedado grabadas en sus manos. Somos su propiedad, pertenecemos a Dios por creación y por redención. Ahora bien, deseamos saber si hemos entregado nuestro corazón por completo a él. Si le estamos sirviendo con todo el poder y fortaleza de nuestra mente; porque de estos grandes principios dependen la ley y los profetas. Los primeros cuatro mandamientos definen el deber del hombre con su Hacedor, el supremo amor a Dios; los últimos seis señalan el deber del hombre hacia su prójimo. ¿Qué le damos a Satanás si aceptamos que la ley de Dios necesita ser abolida? Reconoceríamos que el universo fue creado por un Dios imperfecto, un Dios que formuló una ley tan defectuosa que tuvo que eliminarla. Eso es lo que Satanás quiere. ¿Estaremos trabajando en un bando que no sea el de Dios? SE1 206.4
¿Puede alguien decir: «Mi padre no guardó los mandamientos, y creo que estaba en lo correcto?». Bien, si su padre estuviera vivo, y fuera un cristiano que viviera de acuerdo con la luz, al recibir la luz de que la ley de Dios estaba siendo transgredida, él preguntaría de rodillas: ¿es esto lo correcto? Y entonces habría dicho: «Hijos, hemos cometido un gran error. Hemos estado observando algo que no tiene una sola sílaba de santidad según la Palabra de Dios. Lamento que no he sido un seguidor de la Biblia en el pasado. Lamento que no he reconocido la preciosa luz de la verdad. Ahora he recibido la luz y soy responsable por ella. No quiero ser considerado como un violador de la ley, sino como un súbdito del Rey. Deseo escucharlo decir: “Siéntate a mi derecha”. “Bienaventurados los que guardan sus mandamientos para que su potencia sea en el árbol de la vida y que entren por las puertas en la ciudad”» (Apoc. 22: 14 RVA). SE1 207.1
Él les enseñará las verdades de las Escrituras como nunca las hemos conocido, y será necesario dedicar toda la eternidad para entender lo que los falsos maestros han inculcado en la mente. El conocimiento de Dios ha sido invalidado por la tradición. Pero él nos dará mayor luz, y enjugará toda lágrima de nuestros ojos. SE1 207.2