Cristo dijo en su oración al Padre: (se cita Juan 17: 15-23). SE1 260.1
Estas son verdades grandiosas y ennoblecedoras. Hay inmensas posibilidades, realizaciones grandes y santas al alcance de todos los que tienen una fe verdadera. ¿Acaso no ungiremos nuestros ojos con el colirio celestial, a fin de que podamos discernir las cosas maravillosas que han sido colocadas ante de nosotros? ¿Por qué no avanzamos hacia adelante y hacia arriba, con fervorosa perseverancia, cumpliendo esta oración, para alcanzar la norma de la santidad? Somos obreros juntamente con Dios y debemos trabajar en armonía con nuestro prójimo y con el Señor, «porque Dios es el que en [nosotros] produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Fil. 2: 13). SE1 260.2
Pablo dijo: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; pero cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño» (1 Cor. 13: 11). Cuántos son los que han crecido a la estatura de hombres, pero no han superado su infancia, pues incorporan los defectos de su niñez a su experiencia religiosa. «Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en cuanto a la malicia y maduros en cuanto al modo de pensar» (1 Cor. 14: 20). SE1 260.3
Al Señor no le agrada vernos espiritualmente débiles. «Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros» (2 Cor. 4: 6-7). Tenemos que enfrentar conflictos y pruebas, pero no necesitamos fracasar ni desanimarnos. El apóstol dice: «Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Cor. 4: 8-10). SE1 260.4