Si enfrentamos lugares o situaciones difíciles, sepamos que todo el cielo está interesado y nos sostendrá si no desmayamos o nos desanimamos. Aferrémonos al Todopoderoso. No manifestemos incredulidad en lo absoluto, porque mientras más hablemos de eso, más dudas surgirán. Cuanto más se hable de tinieblas, más tinieblas habrá. Mientras más hablen ustedes de la luz, más luz tendrán; y cuanto más se hable de fe, más fe tendrán. SE1 266.1
Deseo leer algunos versículos más. (Juan 17: 14-19). La verdad de Dios debe santificar al hombre en cuerpo y alma. No harán suya la verdad a menos que la pongan en práctica. SE1 266.2
Nuestro precioso Jesús abandonó todo el cielo y vino a este mundo para santificarnos por medio de la verdad. ¿Seremos santificados? En su vida y ejemplo, sus lecciones y sus palabras, estaba la santificación del Espíritu de Dios. La santificación estaba en él por causa nuestra. Dios mismo obró por medio de la humanidad, precisamente como los seres humanos tienen que obrar a través de ella. Por eso fue que Cristo asumió la naturaleza humana para enseñar a los seres humanos cómo obrar por medio de ella. Tomó la naturaleza humana a fin de experimentar la muerte en nuestro lugar, para que pudiéramos tener vida e inmortalidad mediante su vida y muerte. SE1 266.3
«Pero no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17: 20). Esa oración de Cristo es para nosotros, para que seamos santificados por medio de la verdad. «Para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste» (vers. 21). Eliminen la frialdad de sus corazones; expulsen las sospechas malignas; saquen de él todo mal pensamiento y permitan que el Señor Jesús ocupe el trono del corazón y reine allí. SE1 266.4
«Yo les he dado la gloria que me diste” (vers. 22). El carácter que Dios le dio a él, nos lo ha dado a nosotros. «Para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (vers. 22, 23). SE1 266.5
¿Podemos comprender eso? Es algo maravilloso, que Dios ame a quienes creen en él así como ama a Cristo. Somos hechos uno con Dios y necesitamos esa unidad. Debemos buscarlo fervientemente por esa fe una vez dada a los santos, y necesitamos el espíritu del mensaje del tercer ángel. Debemos reconocer que el fin de todas las cosas se acerca; que el habla es un talento; y que la fe es el don de Dios; y tenemos que trabajar y orar para que Dios preserve esa fe. SE1 266.6
Deben ustedes afirmarse en la Palabra y decir: «Creo; creeré; prosigo a la meta del premio, y todo lo que me estorbe será eliminado completamente; no permitiré que nada se interponga entre mi alma y Dios”. SE1 267.1
La negra sombra de Satanás se atravesará en nuestra senda si permitimos que nuestra fe se hunda en ella. Pero tenemos que hacer como el águila cuando está en una nube desconcertada en la niebla. No va de un lado a otro como si estuviera perturbada, sino que prosigue hacia lo alto a través de la nube, hasta que llega a la claridad de más arriba. De igual forma, deberíamos elevarnos más allá de la sombra infernal de Satanás, cuando él trata de eclipsar los rayos de luz que proceden de Dios. SE1 267.2
Ahora bien, necesitamos la vida de Cristo en nuestros corazones para que nos haga uno y para exista en nuestro medio unidad de acción. Debemos proseguir a la meta, al premio del supremo llamamiento que es en Cristo Jesús, nuestro Señor. Necesitamos esa fe activa y viva que confía en la palabra de Dios. Debemos tenerla, y Dios nos permitirá tenerla si la deseamos. SE1 267.3