Nuestras hermanas no pueden darse el lujo de utilizar el tiempo que Dios les concede, en cosas sin importancia que no les propor- cionarán fortaleza espiritual, y que si continúan haciéndolas las alejarán del Señor. La muerte es algo solemne, pero la vida es mucho más solemne. Hay un mundo que permanece en iniquidad a nuestro alrededor, y ¿qué estamos haciendo, como hombres y mujeres que profesan ser hijos e hijas de Dios, para salvar las almas de quienes nos rodean? Dios requiere que le devolvamos mediante un servicio voluntario todos los talentos que nos ha confiado. Pensemos en el día del juicio final, ¿cómo se presentará nuestro caso aquel día? ¿Nos entristeceremos por haber servido a Dios y guardado sus mandamientos? Dios nos ha dado normas para guiar nuestras vidas a fin de que disfrutemos de su cuidado y protección. SE1 36.4