¿Y ahora qué? Pues, hemos de presentar a todo ser humano aprobado en Cristo Jesús. Esa es nuestra obra; y cuando los hombres y mujeres acepten la verdad, no debemos alejarnos y abandonarlos sin sentir ninguna preocupación por ellos. Ellos deben ser atendidos; han de ser llevados como una carga sobre el alma; debemos velar por ellos como mayordomos que habrán de rendir cuenta. Además, cuando ustedes hablen a la gente, den a cada uno su ración de ali-mento a su debido tiempo, ustedes necesitan estar en una posición que les permita alimentarlos. SE1 71.1
La Palabra de Dios es rica. Ella contiene las valiosas minas de verdad, y podemos excavar para buscar la verdad y encontrar valiosos tesoros escondidos. Compramos un terreno, después de comprarlo escuchamos que allí está enterrada una gran fortuna; así que comenzamos cuidadosamente a remover cada parte de ese terreno hasta que hayamos encontrado las preciosas joyas. SE1 71.2
Aquí está el huerto de Dios. Aquí está la preciosa Palabra, hemos de tomar esa Palabra y estudiarla detenidamente. Estudien sus páginas a fondo y adopten una actitud donde puedan recibir los divinos rayos de luz provenientes de la gloria y reflejarlos en aquellos que nos rodean. Dios desea que mostremos el fruto de nuestro conocimiento de las Escrituras. Cuando ustedes vayan a sus campos de labor, en verdad pueden sentir que son débiles, pero no están tratando temas de poca monta. Están abordando asuntos de trascendencia eterna. Han de estudiar y escudriñar las Escrituras por ustedes mismos. Deben excavar en esta mina todo el tiempo, la «exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los sencillos” (Sal. 119: 130). SE1 71.3
La naturaleza humana puede escudriñar la Biblia, estudiar sus páginas y ser capaz de contemplar su belleza. Sin embargo, la búsqueda no le aprovechará para nada, a menos que la haga con un corazón humilde, con un espíritu de oración y se aferre a esa Palabra con reverencia y abra sus páginas con oración a fin de que la Palabra llegue a lo más profundo del corazón. No basta con simplemente leerla, sino que debe penetrar, debe tomar dominio del alma y poner nuestro espíritu en sujeción al Espíritu de Dios. SE1 71.4
Cuando este proceso transformador se haya completado, entonces sabremos que ustedes son hombres poderosos en las Escrituras, pues pueden pararse delante del pueblo y presentarle a Cristo crucificado. Sabremos que han estado bebiendo en la Fuente Viva, sabremos que han estado bebiendo de esa Fuente, la cual es Cristo, que brota para vida eterna. Así que las palabras que pronunciarán serán las adecuadas. No serán palabras vanas que brotan con un tintineo solo para agradar a la gente. No, todo esto tiene que evitarse. Deberían obviar todo lo que sea así. Necesitan estar en una posición donde la bendita verdad de origen celestial tenga una influencia transformadora sobre la vida y sobre el carácter. SE1 71.5
Ahora veamos lo que dice en Filipenses 2: 12: «Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no solamente cuando estoy presente, sino mucho más ahora que estoy ausente, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor». SE1 72.1
No hay ningún descuido aquí; no hay indolencia; no hay indiferencia; todos nosotros hemos de ocuparnos en nuestra propia salvación con temor y temblor. ¿Por qué? Veamos: «Por tanto, amados míos [...] ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor». Por lo tanto, entonces, dirás: «¿Tengo que ir temiendo y temblando todo el camino?». Sí, en un sentido, pero no en otro. SE1 72.2
Delante de ustedes está el temor de Dios; pero también se encuentra el temblor, no sea que se aparten de los consejos de Dios. Tienen que ocuparse constantemente de su salvación con temor y temblor. ¿Y eso es todo? No. Veamos cómo podemos recibir el poder divino: «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (vers. 13). Aquí se presenta la obra que nos corresponde a nosotros y la que le concierne a Dios. Hemos de trabajar en colaboración con Dios. No podemos realizar esta obra sin la ayuda del poder divino. SE1 72.3
El Señor no nos toma con las inclinaciones y deficiencias propias de nuestra naturaleza, y nos coloca de inmediato frente a la luz de su faz. No, hemos de hacer nuestra parte, ocuparnos en nuestra propia salvación con temor y temblor, Dios produce en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. Mediante la combinación de estos dos poderes, alcanzaremos la victoria y finalmente recibiremos la corona de vida. Ahora contemplamos un cielo lleno de gozo y el eterno peso de gloria que se extiende delante de nosotros, y tememos perderlos, no sea que al dejar de confiar en la promesa, no los alcancemos. No podemos darnos el lujo de perderlos. Anhelamos ese cielo de felicidad, y empleamos a fondo todas las facultades de nuestro ser para obtenerlo. Utilizamos todas nuestras facultades al máximo. Utilizamos todo nervio y músculo espiritual para obtener el éxito pleno en esta labor y de esa forma alcanzar el valioso galardón de la vida eterna. SE1 72.4
¿Qué haré? Cuando el mundo ve que tenemos un gran anhelo, algo que no se ve, pero que por la fe se convierte en una realidad viva, entonces se siente motivado a investigar. La gente descubre que hay algo que vale la pena, porque se ha dado cuenta que esta fe ha producido un maravilloso cambio en nuestra vida y en nuestro carácter. SE1 73.1
Ha ocurrido una transformación, eres una persona diferente. No eres la misma persona impetuosa que solías ser. Ya no eres el mundano de antes, el que cedía a la lujuria y a las malas pasiones, a la crítica y a la murmuración. No eres así en lo absoluto porque has sido transformado. ¿Qué ha sucedido? Que la imagen de Cristo se refleja en ti. Entonces reconoces hay un grupo que estará de pie sobre el monte Sion y tú deseas ser uno ellos, y estás decidido a formar parte de ese grupo. Leamos Apocalipsis 14: 1-3. SE1 73.2
¿Por qué fueron especialmente elegidos los 144,000? Porque se colocaron a favor de la verdad ante el mundo, y recibieron el rechazo de este; y mientras fueron rechazados recordaron que eran hijos e hijas de Dios y que tenían a Cristo, la esperanza de gloria, formado en su interior. Ellos habían de mantener siempre presente la grande y bienaventurada esperanza que está ante ellos. ¿Qué es? Es un eterno peso de gloria. Nada podría sobrepasarlo. SE1 73.3