Los médicos y los pastores deben unirse en un esfuerzo por conducir a los hombres y las mujeres a obedecer los mandamientos de Dios. Necesitan estudiar la relación íntima que existe entre la obediencia y la salud. Sobre los médicos misioneros descansa una responsabilidad solemne. Deben ser misioneros en el verdadero sentido de la palabra. No hay que chasquear a los enfermos y a los dolientes que se confían al cuidado de los colaboradores de las instituciones médicas. Hay que enseñarles a vivir en armonía con el cielo. Al aprender a obedecer la ley de Dios, serán ricamente bendecidos en cuerpo y espíritu. CSI 228.1