Se me ha instruido que nuestras instituciones médicas deben ser testigos de Dios. Se han establecido para aliviar a los enfermos y los afligidos, para reavivar el espíritu de investigación, para diseminar la luz y promover la reforma. Estas instituciones, debidamente dirigidas, serán los medios para llevar el conocimiento de la reforma—indispensable para preparar a un pueblo para la venida del Señor—ante muchos que de otra manera nos hubiera resultado imposible alcanzar. CSI 231.1
Muchos de los que frecuentan nuestras instituciones médicas tienen elevadas ideas acerca de la presencia de Dios en la institución que visitan, y son muy susceptibles a las influencias espirituales prevalecientes. Si todos los médicos, las enfermeras y los colaboradores andan con circunspección delante de Dios, tendrán a su alcance un poder más que humano para tratar con estos hombres y mujeres. Todas las instituciones cuyo personal es consagrado están inundadas por el poder divino; y quienes las frecuentan no sólo obtienen alivio para los sufrimientos corporales, sino que también encuentran un bálsamo sanador para sus almas enfermas por el pecado. CSI 231.2
Que los dirigentes entre nuestro pueblo hagan énfasis en la necesidad de mantener una poderosa influencia religiosa en nuestras instituciones médicas. El Señor desea que éstas sean lugares donde se lo honre de palabra y de hecho, lugares donde su ley sea magnificada y las verdades de la Biblia sean hechas prominentes. Los médicos misioneros deben realizar una gran obra para Dios. Deben estar bien despiertos y velar, y revestirse con todas las piezas de la armadura cristiana, y pelear valientemente. Deben ser leales a su Dirigente, deben obedecer sus mandamientos, incluyendo el que les sirve para revelar la señal de su orden. CSI 231.3