Tal era el servicio realizado en la “copia y sombra del que está en el cielo”. Y lo que se hacía típicamente en la ministración del Santuario terrenal se hace en realidad en la ministración del Santuario celestial. Después de su ascensión, nuestro Salvador empezó su obra como nuestro Sumo Sacerdote. Pablo dice: “No entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios”. Hebreos 9:24. CES 96.1
La ministración del sacerdote durante el año en el primer departamento del Santuario, “dentro del velo” que formaba la puerta y separaba el Lugar Santo del atrio exterior, representa la obra de ministración que inició Cristo al ascender. La obra del sacerdote en el servicio diario consistía en presentar ante Dios la sangre de la ofrenda por el pecado y también el incienso que subía con las oraciones de Israel. Así es como Cristo ofrece su sangre ante el Padre en beneficio de los pecadores, y así es como presenta ante él, además, junto con el precioso perfume de su propia justicia, las oraciones de los creyentes arrepentidos. Tal era la obra desempeñada en el primer departamento del Santuario en el cielo. CES 96.2
Hasta allí la fe de los discípulos de Cristo lo siguieron cuando ascendió de la vista de ellos. Pablo nos dice que allí se centraba sus esperanzas, y que nosotros “tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del Santuario, hasta donde Jesús, el precursor, entró por nosotros, llegando a ser sumo sacerdote para siempre”. “Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna”. Hebreos 6:19, 20, NVI; 9:12, BJ. CES 96.3