Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. Filipenses 2:5. ELC 168.1
Dios espera que los que llevan el nombre de Cristo lo representen en pensamiento, palabra y acción. Sus pensamientos deben ser puros y sus palabras y acciones nobles y elevadoras, llevando a los que los rodean más cerca del Salvador. ELC 168.2
En la vida del verdadero cristiano no hay nada del yo. El yo está muerto. No hubo egoísmo en la vida que Cristo vivió en esta tierra. Llevando nuestra naturaleza, vivió una vida completamente entregada al servicio de los demás. ELC 168.3
“Sed, pues, vosotros perfectos” (Mateo 5:48), es la palabra de Dios para nosotros. Y para que podamos obedecer esta palabra envió a su Hijo unigénito a esta tierra para que viviera en favor nuestro una vida perfecta. Tenemos su ejemplo ante nosotros y la fuerza por la cual vivió esta vida está a nuestra disposición. En pensamiento, palabra y acción Jesús fue sin pecado. La perfección marcó todo lo que hizo. Él nos señala el sendero que pisó, diciendo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24.—The Review and Herald, 23 de noviembre de 1905. ELC 168.4
No debemos copiar a ningún ser humano. No hay ningún ser humano suficientemente sabio para ser nuestro criterio. Debemos mirar al hombre Cristo Jesús que es completo en la perfección de justicia y santidad. Él es el autor y consumador de nuestra fe. Él es el Modelo. Su experiencia es la medida de la experiencia que debemos tener. Su carácter es nuestro modelo. Quitemos, pues, de nuestra mente las perplejidades y dificultades de esta vida y mirémoslo a él, para que por la contemplación seamos cambiados a su semejanza. Podemos contemplar a Cristo para buen propósito. Podemos mirar confiadamente a él, porque es omnisciente. Al mirarlo y pensar en él, será formado en nosotros, la esperanza de gloria.—The Review and Herald, 9 de marzo de 1905. ELC 168.5