De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro. Proverbios 22:1. ELC 175.1
Los hombres pueden aspirar al renombre. Pueden desear poseer un nombre grande. Para algunos la suma de su ambición consiste en la posesión de casas, terrenos y abundancia de dinero, las cosas que los harán grandes a la vista del mundo. Desean colocarse en un lugar desde el cual puedan mirar hacia abajo con un aire de superioridad a los que son pobres. Todo esto es construir sobre la arena, y su casa caerá de improviso. La superioridad en la escala social no es verdadera grandeza. Lo que no aumenta el valor del alma no tiene verdadero valor en sí mismo. Lo único que vale la pena alcanzar es la grandeza de alma a la vista del Cielo. Quizá nunca sepáis la verdadera y elevada naturaleza de vuestro trabajo. Sólo podéis medir el valor de vuestro propio ser por el de la Vida que fue dada para salvar a todos los que quieran recibirla. ELC 175.2
Todo hombre tendrá una estimación de su propio valor cuando llegue a ser colaborador de Cristo, cuando haga la obra que Cristo hizo, llenando el mundo de la justicia de Cristo, cumpliendo un cometido del Altísimo... El cometido dado a los discípulos se da a todos los que están relacionados con Cristo. Deben hacer cualquier sacrificio por el gozo de ver salvadas almas que están pereciendo sin Cristo. Todo lo que se haga en el nombre de Jesús para bendecir, elevar y restaurar en el ser humano la imagen de Dios, es tan aceptable ante Dios como lo fue la obra de Moisés... El más alto honor que pueda conferirse a seres humanos, ya sean jóvenes o ancianos, ricos o pobres, es el permitirles levantar a los oprimidos, consolar a los débiles. El mundo está lleno de dolientes. Id y predicad el Evangelio a los pobres; sanad a los enfermos. Esta es la obra que debe ser relacionada con el mensaje evangélico... Los colaboradores de Dios deben llenar el espacio que ocupan en el mundo con el amor de Jesús.—Manuscrito 61, 1898. ELC 175.3