Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Efesios 4:29. ELC 177.1
El apóstol, viendo la tendencia al abuso del don del habla, da instrucciones en cuanto a su uso. “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca”, dice, “sino la que sea buena para la necesaria edificación”. La palabra “corrompida” califica aquí toda palabra que haría una impresión desfavorable a los principios santos y a la religión sin mácula, toda expresión que eclipsaría la visión de Cristo y borraría de la mente la verdadera simpatía y amor. Incluye las sugerencias impuras, que, a menos que sean resistidas al instante, llevarán a grave pecado. Sobre cada persona descansa el deber de impedir el paso a las palabras corrompidas. ELC 177.2
Es el propósito de Dios que la gloria de Cristo se vea en sus hijos. En toda su enseñanza Cristo presentó principios puros y no adulterados. No pecó, ni fue hallado engaño en su boca. Constantemente fluían ennoblecedoras y santas verdades de sus labios. Habló como ningún hombre habló, con un sentimiento que tocaba el corazón... La verdad nunca languidecía en sus labios. Con intrepidez expuso la hipocresía de sacerdotes y gobernantes, fariseos y saduceos... ELC 177.3
En la Palabra de Dios se expone claramente la gran responsabilidad encerrada en el don del habla. “Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:37), declaró Cristo. Y el salmista pregunta: “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino”. Salmos 15:1-3.—The Review and Herald, 12 de mayo de 1910. ELC 177.4