Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres. 1 Samuel 2:26. RJ 187.1
El cumplimiento del voto de Ana de dedicar su hijo al Señor no fue demorado hasta que pudiera presentarlo en el tabernáculo. Desde el mismo amanecer del intelecto instruyó su mente infantil para que amara y reverenciara a Dios, y se considerara a sí mismo como propiedad del Señor. Ella buscó guiar sus pensamientos hacia el Creador con cada objeto familiar que lo rodeaba. RJ 187.2
Cuando se separó de su hijo, la solicitud de esa fiel madre no cesó. El era el objeto de sus oraciones. Cada año le hacía una pequeña túnica, y cuando venía con su esposo para el sacrificio anual, se la presentaba al niño como prenda de su amor. En cada puntada de esa túnica ella había musitado una oración para que pudiera ser puro, noble e íntegro. No pedía que pudiera ser grande, sino que fervientemente rogaba que pudiera ser bueno. RJ 187.3
Su fe y devoción fueron recompensadas. Pudo ver a su hijo, en la sencillez de la niñez, caminar en el amor y el temor de Dios. Lo vió crecer hasta la madurez en favor para con Dios y para con los hombres, humilde, reverente, puntual en el deber, y ferviente en el servicio de su divino Maestro... RJ 187.4
Ojalá cada madre pudiera ser consciente de cuán grandes son sus deberes y sus responsabilidades, y cuán grande será la recompensa de la fidelidad. La influencia diaria de la madre sobre sus hijos los está preparando para la vida eterna o la muerte eterna. Ella ejerce en su hogar un poder más decisivo que el ministro en el púlpito, o aun el rey en su trono. El día de Dios habrá de revelar cuánto debe el mundo a las madres piadosas por hombres que han sido resueltos abogados de la verdad y la reforma—hombres que han sido decididos para hacer y atreverse a ello, que se han mantenido inconmovibles en medio de pruebas y tentaciones; hombres que escogen los elevados y santos intereses de la verdad y la gloria de Dios antes que el honor mundano o la vida misma. RJ 187.5
Cuando el Juez se siente y los libros sean abiertos; cuando el “bien hecho” del gran Juez sea pronunciado y la corona de gloria sea puesta sobre la frente del vencedor, muchos alzarán sus coronas ante la vista del universo reunido, y señalando a su madre dirán: “Ella me hizo todo lo que soy por la gracia de Dios. Su instrucción, sus oraciones, han sido bendecidas para mi salvación eterna”. RJ 187.6
Samuel llegó a ser un gran hombre en el sentido más completo, de la forma como Dios estima el carácter... Los jóvenes deberían ser adiestrados para permanecer firmes del lado de lo correcto en medio de la prevaleciente iniquidad, para hacer todo lo que esté de su parte para detener el avance del vicio, y para promover la virtud, la pureza y la auténtica hombría. Las impresiones hechas sobre la mente y el carácter en la vida temprana son profundas y permanentes.—The Signs of the Times, 3 de noviembre de 1881. RJ 187.7