En la Palabra de Dios la mente halla temas de la más profunda meditación, las más sublimes aspiraciones. Allí podemos estar en comunión con los patriarcas y los profetas, y escuchar la voz del Eterno mientras habla con los hombres. Allí contemplamos la Majestad de los cielos tal como se humilló para hacerse nuestro sustituto y garante, para luchar a solas con las potestades de las tinieblas y obtener la victoria en favor de nosotros. Una reverente contemplación de estos temas no puede menos que suavizar, purificar y ennoblecer el corazón, y al mismo tiempo inspirar a la mente nueva fortaleza y vigor. MJ 186.1
Los que consideran como valiente y viril el tratar los requerimientos de Dios con indiferencia y desprecio, revelan con esto su propia insensatez e ignorancia. Mientras se jactan de su libertad e independencia, realmente están en la servidumbre del pecado y de Satanás. MJ 186.2