Si se enseñara a los niños a considerar la rutina humilde de los deberes diarios como el proceder señalado para ellos por el Señor, como una escuela en la cual han de educarse para prestar un servicio fiel y eficiente, su trabajo les parecería mucho más agradable y honroso. El desempeño de cada deber como si fuera para el Señor, rodea de encanto a la tarea más humilde y liga a los obreros de la tierra con los seres santos que hacen la voluntad de Dios en el cielo. MJ 233.2
Y en el lugar que se nos ha asignado deberíamos desempeñar nuestros deberes con tanta fidelidad como los ángeles en su esfera más elevada. Los que tienen la impresión de que son siervos de Dios, serán hombres en los cuales se pueda tener confianza en todas partes. Los futuros ciudadanos del cielo serán los mejores ciudadanos de la tierra. El concepto correcto de nuestro deber para con Dios conduce a una percepción clara de nuestro deber para con el prójimo. MJ 233.3