Han contraído matrimonio muchos que no han adquirido una propiedad ni han recibido una herencia. No poseían fuerza física ni energía mental para adquirir una propiedad. Precisamente esos han tenido prisa por casarse, y han aceptado responsabilidades de las que no tenían noción. No poseían sentimientos nobles y elevados, ni tenían una idea precisa del deber de un esposo y padre, y de lo que les costaría proveer a las necesidades de una familia. Y no manifestaron más cordura en el aumento de los miembros de su familia que en sus transacciones comerciales [...]. MJ 325.2
La institución del matrimonio fue ideada por el cielo para que fuera una bendición para el hombre; pero, en un sentido general, se ha abusado de ella en tal forma que ha llegado a ser una temible maldición. La mayoría de los hombres y las mujeres, al contraer matrimonio, han procedido como si la única cuestión por resolver fuera la del amor mutuo. Pero deberían darse cuenta de que en la relación matrimonial pesa sobre ellos una responsabilidad que va más lejos. Deberían considerar si su descendencia tendrá salud física, y fuerza mental y moral. Pero pocos han procedido de acuerdo con motivos superiores y con consideraciones elevadas que no podían fácilmente desechar, tales como que la sociedad tiene derechos sobre ellos, y que el peso de la influencia de su familia hará oscilar la balanza de la sociedad hacia arriba o hacia abajo (A Solemn Appeal, 63, 64; edición Signs Publishing Co. Ltd.). MJ 325.3