Los que profesan ser cristianos no debieran contraer matrimonio hasta haber considerado el asunto cuidadosamente y con oración, desde un elevado punto de vista, para ver si Dios puede ser glorificado por tal unión. Luego deberían considerar el resultado de cada privilegio de la relación matrimonial, y tomar como base de cada acción el principio santificado. MJ 326.1