Hombres enfermos con frecuencia han ganado los afectos de mujeres que aparentemente estaban sanas, y porque se amaban mutuamente se sentían con toda libertad de casarse [...]. Si esto afectara únicamente a los que participan en el matrimonio, el pecado no sería tan grande. Pero obligan a sus hijos a sufrir a causa de las enfermedades que les transmiten. Así es como la enfermedad se ha perpetuado en una generación tras otra [...]. Han dado a la sociedad una raza debilitada, y han hecho su parte para deteriorar a la humanidad al hacer que la enfermedad fuera hereditaria, con todo lo cual el sufrimiento humano se ha acrecentado.—Mensajes Selectos 2:487 (1865). 1MCP 146.5