La vida religiosa de muchos profesos cristianos es tal que muestra que no son cristianos [...]. Sus propios rasgos de carácter heredados y cultivados son consentidos como cualidades preciosas cuando son mortales en su influencia sobre otras mentes. En palabras sencillas y claras: caminan a la luz de sus propias chispas. Tienen una religión que está sujeta a las circunstancias y controlada por ellas. Si todo sucede como les agrada y no hay circunstancias irritantes que hagan aflorar la naturaleza no sometida y no semejante a Cristo, son condescendientes y agradables y aun muy atractivos. Cuando hay cosas que ocurren en la familia o en su asociación con otros que perturban su paz y provocan su mal genio, si pusieran todas las circunstancias ante Dios y perseveraran en sus pedidos de gracia antes de comenzar su tarea diaria como maestros, y si conocieran por sí mismos el poder y la gracia y el amor de Cristo morando en sus corazones antes de comenzar sus labores, los ángeles del cielo entrarían con ellos a la sala de clases. 1MCP 206.1
Pero si entran al aula con un espíritu turbado e irritado, la atmósfera moral que rodea sus almas estará dejando una impresión sobre los niños que están bajo su cuidado, y en lugar de estar capacitados para instruirlos, necesitan que alguien les enseñe las lecciones de Jesucristo.—Fundamentals of Christian Education, 265, 266 (1893). 1MCP 206.2