Padres, ustedes son los que deciden si la mente de sus hijos se ha de llenar de pensamientos ennoblecedores o de sentimientos viciosos. No deben mantener ociosas sus mentes activas, ni ahuyentar el mal con el ceño. Únicamente inculcando principios correctos se pueden destruir los malos pensamientos. El enemigo sembrará cizaña en los corazones de los hijos a menos que los padres siembren en ellos las semillas de la verdad. Las instrucciones buenas y sanas son el único preventivo contra las malas compañías que corrompen los buenos modales. La verdad protegerá al alma de las tentaciones sin fin que habrá de arrostrar.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 116 (1913). 1MCP 29.4