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Celos incontrolados y falta de juicio 2MCP 388

David sentía gran angustia al ver que los reyes y nobles que parecían haber temido a Dios mientras gozaban de la fuerza de su juventud, se ponían celosos de sus mejores amigos y parientes cuando llegaban a viejos. Temían de continuo que fueran motivos egoístas los que inducían a sus amigos a manifestar interés por ellos. Escuchaban las sugestiones y los consejos engañosos de los extraños respecto de aquellos en quienes debieran haber confiado. Sus celos irrefrenados ardían a veces como llamas, porque no todos concordaban con su juicio decrépito. Su avaricia era horrible. A menudo pensaban que sus propios hijos y deudos deseaban que murieran para reemplazarlos, poseer sus riquezas y recibir los homenajes que se les concedían. Y algunos estaban de tal manera dominados por sus sentimientos celosos y codiciosos que llegaban hasta a matar a sus propios hijos.—Joyas de los Testimonios 1:172 (1864). 2MCP 388.3